Armando Vera Orduña// Última de tres partes
Por la tarde, la inquieta e incansable chamana, se reunía con el consejo de ancianos, sabios y respetados por los conocimientos adquiridos a través de los años. Con ellos continuaba sus clases de la misma manera que con los niños, solo que la voz más potente, porque muchos estaban un poco sordos.
Los ancianos y el sabino
Con ellos no recorrió la serranía; se sentaron bajo la sombra de un gran sabino que cuando escuchaba algún poema de su agrado movía sus hojas con beneplácito. Todos los ancianos, tenían algún poema o historia que contar; lo habían aprendido desde niños, de generación en generación, boca a boca.
Bajo el sabino también compartía su trabajo con otro chaman, maestro de voz sonora como el trueno, incansable como ella, amante de la poesía, de las historias, con gran cultura y un corazón inmenso a quien hacía partícipe de sus conocimientos; se contaban bellos mensajes llenos de anécdotas.
Savi yakuua (lluvia nocturna )
Todos los sabios ancianos compartieron su poesía. Cada uno tenía su propio estilo y género preferido; se escribía de la vida, la muerte y el amor. Había otro sabio anciano que sabía cientos de poesías que se repetían desde tiempos prehispánicos, las declamaba en lengua mixteca; al mismo tiempo, la maestra traducía los poemas.
katie'e in yuyu yakua
nkuvi kunani savi ya'a, tachi savi,
kunaniin savi lee
sava kuvii teku kuii tuku
kuvijin xini ve'i, jin
yukun itu ini yuku,
ne sukun na'a yutun
koyo, kueeni kueeni, yuyu ma ka'nu
Lluvia nocturna
Baila una gota en la noche
esta lluvia no puede llamarse aguacero
sino un descenso más azul
que será verde otra vez
frescura en la cabeza de la casa y
en los surcos de la montaña;
desde los brazos del árbol
cae, lentamente, más agua.
Este venerable anciano, además de lo mucho que escribí, era interminable su conocimiento de las palabras, como si ellas quisieran desfilar diariamente para él. Por otro lado, el líder de ellos, un sabio anciano con mirada de águila, gran inteligencia, de poco pelo, poseedor de una gran facilidad de palabra, analítico y defensor de las injusticias, cantaba sus poemas de tipo político; sus compañeros reconocían sus palabras e inclinaban su cabeza ante él como si fuera un Siriame Rarámuri.
Yo pregunto
Poniéndose de pie, ayudándose con su bastón de mando, dice un poema prehispánico, de Nezahualcóyotl, que había preparado para ese día.
Yo, Nezahualcóyotl, pregunto:
¿En verdad se vive con raíces en la tierra?
¿No para siempre, solo un poquito aquí?
Aunque el jade y el oro se quiebren,
Aunque se rasguen las plumas del quetzal…
¿No para siempre, solo un poquito aquí?
Todos tenemos que volver
al seno de la madre tierra;
como un dibujo en la arena nos borraremos,
igual que una flor nos secaremos.
Pasaron los años con las reuniones de lectura y canto, siendo irremediable que murieran los más ancianos; pero el espíritu de ellos siguió haciéndose presente durante cientos de años.
La maestra chamana también envejeció, haciéndose cada vez más sabia. Tenía más de cien años cuando un día desapareció del pueblo, nadie supo a dónde había partido, pero todos aseguraban que su espíritu estaba dentro de su nahual, el gran lobo plateado que se escuchaba en las profundidades de la sierra durante las noches de luna llena.
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