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Alejandra Pizarnik, los gritos interiores y sus cartas

alejandra_pizarnik
Foto(s): Cortesía
Redacción

Mónica Ortiz Sampablo

 

No hay espacio que la palabra no pueda salvar, aunque se trate de salvarnos de vivir, tal y como fue para Alejandra Pizarnik, quien en más de una ocasión intentó pasar al otro lado sin más compañía que sus poemas. Ella, una mujer con los pies hasta el fondo de la transgresión, una mujer única que hizo las cosas a su manera, pesares y alegrías llevados al límite mediante sus letras; su primer amor, las palabras. La loca, la suicida, la poeta maldita, la que renunció a su nombre y al final quizá es el eco lo que nos queda, lo que nos dejó. Desde pequeña huyó de las labores que se le imponían a las niñas, coser, bordar, prefería los libros, exiliarse ahí.

Además de una poesía inconfundible, que cincela los terrenos oscuros y convoca a dejar nuestras huellas en ellos, quedaron sus diarios que fueron publicados. Sabemos de ella más por sus cartas, muchas de ellas compiladas por quien ha sido su biógrafa; la poeta, ensayista y crítica literaria Cristina Piña, ha reunido las cartas a personajes como Adolfo Bioy Casares, Silvina Ocampo, Ana María Barrenechea o Sylvia Molloy, Manuel Mujica Lainez, Julio Cortázar, Arnaldo Calveyra y Raúl Gustavo Aguirre, entre otros. Pero en esta nota centraré mi atención en una de las cartas que escribió a su psicoanalista León Ostrov (del libro "Cartas", editado por Andrea Ostrov), quien fue el primer psicoanalista de Alejandra, cuando ella tenía 18 años, en 1954. Una vez que ella se instaló en París, mantuvo una relación epistolar con él, de la que se conservan 21 cartas. En ellas, Alejandra manifestaba su acontecer, generalmente mostrando su fragilidad, sus vacilaciones, así como su quebrantado estado de salud. Sin embargo, en la carta número 7 se percibe un ánimo diferente.

“El sueldo es muy bueno y sirve para vivir tranquilamente en esta ciudad que ya está en mí y que, según todos mis deseos, no abandonaré tan pronto[…] Todos estos meses de soledad, de cambio de domicilio, de búsqueda de empleo, me han fortalecido algo […]considerando racionalmente que hace un mes yo me quería suicidar, considerando que la imagen de mi vida era un golpearse la cabeza en la pared, y que ahora, cuando salgo de aquí, solo tengo sed de cosas bellas, considerando todo esto, creo, en fin, que todo irá mejor”. Una carta en la que esa gota de optimismo alejandrino alimenta la noche.

Continuará el próximo miércoles…

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