Mónica Ortiz Sampablo
Querida Emily:
En este momento te imagino con ese pálido rostro del que solo existe un par de daguerrotipos; ese que deja ver tu imagen menuda de hombros caídos, enfundada en un vestido oscuro. No existe una foto como te describen después de los treinta, siempre vestida de blanco. ¿Sabes? en este momento me haría muy feliz ponerme uno de tus vestidos, ese de piqué con la mantilla azul. Emily, debes saber que tu casa fue convertida en un museo, las personas pueden viajar en el tiempo, y disfrutar de ese entorno mágico; sin embargo, no te imagino a ti viajando hacia este presente, lleno de selfis y superficialidad.
Hace tanto tiempo que cosías tus propios cuadernos de poemas, y que recogías plantitas para tu herbario; hace siglos en que te carteabas con tus amigos, aquellos que pisaban ocasionalmente tu casa. Aunque no publicaste y jamás fue tu objetivo, has de saber que tus poemas, tus cartas e incluso tu herbario, están abiertos al mundo. Son leídos por miles de personas, son valorados en diversos lugares del mundo.
Tus textos han dado mucho al imaginario colectivo. Me gusta pensar que desde donde estés te ha de resultar muy divertido ver cómo tus poemas han sido tan disfrutados como estudiados; si estuvieras aquí, verías que estos tiempos aún revelan hostilidad hacia las escritoras; se sigue hablando de la genialidad a cambio de la terrible soledad, de la desgracia misma. Verías también cómo se han entretenido estudiando tus rasgos físicos, buscando la causa por la que te recluiste en tu habitación; desde las más ordinarias explicaciones como tu papel de víctima ante la personalidad exigente de tu padre, tu personalidad probablemente neurótica; también se ha especulado sobre un posible desengaño amoroso que te llevó a tomar esa decisión.
Tu libertad ha sido poco entendida; yo pienso que más allá de todo, amabas tu espacio, tu tiempo. Fuiste tan sagaz que tus misivas, aun y con la lupa encima, se prestan a tantas interpretaciones como si se trataran de textos de ficción, lo cual es fascinante.
Esta carta es sólo un saludo, un agradecimiento por la imagen de la libertad que me regalas en el mundo que me toca vivir, lleno de pequeñas prisiones.
