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LECTURAS PARA LA VIDA: La mujer, la danza y el rostro

segunda-portada
Foto(s): Cortesía
Redacción

Mónica Ortiz Sampablo 

 

Estamos cerrando el mes de marzo, un mes en el que la presencia de la mujer cobra más fuerza cada año; el ámbito artístico nos ofrece una variedad de obras en todas las modalidades. El pasado domingo tuve la oportunidad de presenciar algunas actividades dentro del marco del 16° Gran Maratón Nacional de Teatro para niñas, niños y jóvenes, que se llevó a cabo en el Centro Cultural del Bosque en la Ciudad de México.

El evento fue muy emotivo; desde que nos encontrábamos formados en la fila para ingresar a la sala, observamos que una mujer deambulaba, sus pies calzaban unas zapatillas negras, delicadas, parecía extraviada; su cuerpo con movimientos entrecortados tenía algo que decir, se trataba de una bailarina, desde ese momento había que estar atentos.

Ya en la antesala, dos mujeres en el mismo espacio; aparentemente dialogaban, cada una por su lado y a su modo; una de ellas, ya madura, sentada, tomando el té, hablaba como si estuviera con una amiga; la otra, más joven, se movía enredada en angustia.

Ingresamos al foro. Justo detrás de nuestra butaca, una mujer se debatía en movimientos convulsos, su mirada penetrante no pasó desapercibida, irradiaba enojo. Un momento después, las cuatro mujeres estaban en el escenario, cada una tenía algo que decir con su danza, había momentos en los que unificaban sus pasos, entonces eran una sola.

Al discurso del movimiento se unió el de la voz, cuando entró al escenario otra bailarina, con una narrativa verbal centrada en su ingreso a la escuela de danza y su intachable desempeño; la respuesta de las otras fue positiva en un primer momento, pero después se tornó agresiva, violenta. En esta coreografía se conjunta el rostro de la mujer, ese que todas compartimos y al que no debemos ser indiferentes. Las bailarinas muestran arquetipos femeninos como la mujer rota, la mujer ira, la mujer espejo, la mujer madura. Las mujeres podemos abrazarnos o herirnos, para ello un simple gesto importa. Esta pieza dancística se titula "El Rostro" y la ejecutan bailarinas de la compañía Bruja Danza, dirigidas por la coreógrafa Alejandra Ramírez, un gran trabajo que atrapa la atención desde el primer momento.

Además de mostrar estos arquetipos, hace un especial énfasis en la ausencia de aquellas que no están, un tema que, aunque recurrente, sigue siendo necesario de reflexionar en el que el arte es un gran vehículo para ello.

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