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LECTURAS PARA LA VIDA: El amor en las cartas de Wislawa Szymborska

wislawa-portada
Foto(s): Cortesía
Redacción

Mónica Ortiz Sampablo

 

Segunda de tres partes

 

"Rubio canoso, bronceado, llevaba un pantalón azul y un blusón de un maravilloso amarillo claro. Pensé: ‘Dios mío, qué hombre más guapo’. Pero ese encuentro no tuvo en aquel momento consecuencia alguna. Durante muchos años nos miramos de lejos”. Esa fue la descripción que Wislawa hizo de Filipowicz en un primer momento. Cuando se conocieron, ella estaba divorciada y él separado de su segunda esposa. Ambos amantes de las letras, y fieles a sus ideas de libertad, iniciaron una relación que hoy puede leerse en las misivas que intercambiaron.

¿Qué tan posible es sostener un amor por correspondencia? Si se tiene el ingenio y el humor de estos dos personajes, el resultado será mejor que verse a diario; divertido y ameno, incluso un reto creativo, sus cartas, dignas de leer y analizar, resultan un ejercicio lúdico, histriónico; en ellas se inventan personajes con la libertad de expresarse como quizá siendo Wislawa y Filipowicz no lo harían; me refiero por ejemplo a los celos y las expresiones que comprometían su enamorado corazón.

Szymborska adoptaba roles de chicas enamoradas del escritor; con ello se permitía el derroche de cursilería, alguna vez tomó el papel de una viuda brasileña llamada Mariana. Cuando era ella misma, los detalles no se hacían esperar; en una carta del 21 de julio de 1969, la poetisa pegó una foto de Cracovia en forma de corazón y como posdata escribió “Kornel, este es mi corazón urbano, que te anhela y espera”. También escribía en una especie de juego surrealista: “Puesto que has decidido venir, intenta llegar sano y entero y no te olvides la oreja izquierda; el año pasado te la dejaste en el cuarto de baño antes de salir”, escribió en su carta del 8 de septiembre de 1970. 

Dado el contexto histórico, en sus cartas no podían dejar de mencionar aspectos asociados a la falta de libertad, como menciona Kornel en su carta del 27 de agosto de 1968: “ya me han insinuado que es probable que la censura cuestione dos de los relatos"; o en otra de sus misivas expresa: “no hay pescado y, aunque a veces lo haya, las colas (que veo a menudo) miden cien metros”. Otras veces lo que falta es carne, o jabón, que se consigue con la cartilla de racionamiento “a cambio de medio kilo de azúcar”.

Continuará el próximo miércoles…

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