Carlos Pacheco Skidmore
Última de dos partes
Con la pandemia han contemplado la caliente destrucción y brutalidad de un coronavirus implacable desde sus trincheras, centros de salud, hospitales, salas de urgencias, terapias intensivas, consultorios privados; incluso en reuniones familiares.
Cuando la noche les sorprende, su grupo de amigos y círculo de lectores los protege de los egoístas, de los egocéntricos, de los escorpiones; sin embargo, eso no quita que ellos tengan miedo, temor y ansiedad de imaginar a una tropa de colegas esperándolos, escondidos en algún camino para caer sobre ellos y robarles su fantasía, sustraer su sabiduría y quitarles su felicidad, para después abandonarlos en el espacio sin fin.
El secreto mejor guardado de su misión era una tarea casi imposible: inyectar y motivar a sus compañeros de profesión para que les naciera la iniciativa del fomento a la lectura desde el consultorio pediátrico, en los hospitales públicos y privados, convirtiendo la sala de espera en espacios para la lectura, constituyendo una aportación para el bienestar, la salud de los niños y adolescentes que serán el futuro de la sociedad.
Es así como este grupo de pediatras se dio a la tarea de escribir historias que recogieron de reuniones, lugares, momentos; anécdotas, historias clínicas, ecos y voces del día a día de cada uno de los médicos que han querido contagiarse, vacunarse de arte, lectura y belleza.
Son los que hoy quieren poner el ejemplo para tener inmunización contra la indiferencia de un mundo materializado, manejado por las farmacéuticas, con esfuerzo teniendo como bandera la gran oportunidad que brinda la palabra escrita para abrir caminos a un pediatra, médico, enfermera o residente, para contar con un sentido crítico y humano.
