Fanny Mijangos Cortázar
Un corazón de pétalos
Segunda de cuatro partes
Pablo, devorándose hasta el último bocado, observaba a Manuel comer muy poco y para iniciar la plática le preguntó:
-¿Cuántos años tienes?
-Ocho- contestó Manuel.
-¡Oh! pensé que eras menor y estabas adelantado en la escuela.
-No, me veo más pequeño, eso es todo.
-Cuando terminemos de comer, ¿quieres jugar?
-Gracias, no me gusta jugar. Pero tú puedes ir, no te preocupes por mí.
-No, no voy a dejarte solo en tu primer día de clases. Hay muchos días por delante para poder jugar. Tal vez mañana te sientas con mejor ánimo.
-Sí, tal vez.
Regresaron a clases y al final del día se despidieron. Cuando Pablo esperaba el autobús escolar para regresar a casa, vio a la mamá de Manuel acercarse a la puerta, tomó su mochila y muy despacio lo llevó al auto y lo ayudó a subir.
"Bueno, es su primer día de clases -pensó-; debe sentirse extraño y un poco inseguro".
Pasaba el tiempo y la historia se repetía: Manuel no quería jugar. En la clase de Educación Física se quedaba en el jardín que estaba a un costado de la cancha de futbol. Era muy lindo, grande y bien cuidado. Pasaba mucho tiempo contemplándolo. Era un apasionado de la Botánica. A Pablo le contó que era su pasatiempo favorito y en su casa tenía muchos libros sobre el tema. Sabía el nombre de las plantas y las flores, conocía muchos detalles de su ciclo de vida, en qué estación florecían y en qué lugares crecían mejor. Una rosa era la que más llamaba su atención y podía quedarse un largo, muy largo rato observándola. A veces parecía que hablaba con ella y le sonreía.
A pesar de que las actitudes de Manuel les parecían extrañas a otros compañeros, Pablo lo llegó a admirar, a tenerle un enorme afecto y día a día la amistad entre ellos se hacía más fuerte.
Un día, Pablo vio llegar a Manuel a la escuela, pero no estaba en el salón de clases. En la primera oportunidad, se escapó para irlo a buscar. Fue directamente al jardín. Estaba seguro de que ahí lo encontraría.
Continuará el próximo lunes…