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LECTURAS PARA LA VIDA: Cuentos del Doctor Lector; Los desaparecidos

portada-segunda
Foto(s): Cortesía
Redacción

Vicente Estudillo Castillo

 

Última de once partes

 

Ya muy de madrugada, se juntaron algunos hombres y se fueron a abrir sepultura, pues planeaban sepultarla por la mañana. 

Cuando comenzaba a clarear, se escucharon muchos ladridos, la gente salía de sus casas, todas las miradas convergían en una sola dirección, a la entrada del pueblo; una nube de polvo abrazaba a los caminantes, casi irreconocibles por la tierra acumulada en sus rostros.

Paso a paso se dirigían a la casa de Pedro; éste supo que los que se acercaban eran los que se habían quedado a buscar al niño; salió presuroso, sin decirle nada a su mujer, no le importaba la fatiga, así que corrió al encuentro; pero antes de hacer pregunta alguna, buscó en los brazos de cada uno de aquellos solidarios hombres, a su hijo. No dijo nada, lo entendió, para qué hacer preguntas, mejor pensaba en las respuestas que dar a su mujer. Más dolor, más sufrimiento. Se sentía tan solo. 

La banda del pueblo comenzó a sonar, la música acentuaba el llanto de los dolientes, era como si abonaran el alma, para hacerla más fértil a las lágrimas. 

El velorio fue muy concurrido, todos se mostraron muy solidarios con la infortunada pareja, le brindaron toda ayuda, desde el escarbar sepultura, hasta matar el puerco que tenían para hacer los tamales. Por fin, se prepararon para iniciar la marcha hacia el panteón; el estruendo de los cohetes que acompañaba a la banda se hizo más repetitivo a medida que llegaban a las puertas del camposanto. 

En ese momento, el sol se ocultó tras una densa nube oscura, comenzó una débil lluvia durante escasos minutos, era como si el cielo llorara también. Luego, uno a uno fue apareciendo los rayos del sol, y éstos en conjunción con la lluvia formaron trazos de un arcoiris; muchos llegaron a pensar que era la extensión de un abrazo entre Jaimito y Teresita. 

Martha no soportó mucho tiempo este sufrimiento; la ausencia de sus hijos, poco a poco la fue consumiendo, hasta el día en que dejó de existir, dejando a su viejo solo. 

 La gente de más edad del pueblo dice que a veces ven una figura al oscurecer por los rumbos de pueblo viejo; hay quienes suponen que se trata de Pedro que aún recorre el camino en busca de su hijo.

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