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La transnacional llamada Selección Mexicana

Foto(s): Cortesía
Redacción

Por: Alejandro José Ortiz Sampablo

El miércoles pasado, la afición mexicana de futbol sufrió un duro golpe, el cual se había vaticinado tiempo atrás. Estuve a nada de no escribir al respecto, pues como se dice popularmente, hacerlo es meterse en camisa de once varas.

Existen dos tipos de personas que nos muestran de manera palpable cómo la entidad psíquica llamada Yo se enajena de la realidad: quienes consumen en demasía mariguana y futbol. Descubrir lo anterior respecto de los primeros, no es cosa difícil; solo hay que prestar oídos a las justificaciones que esgrimen quienes consumen la nombrada hierba. Son comunes, no tiene caso enlistarlas.

Por otro lado, lo que les sucede a los grandes amantes del balompié, me permitirá explicar varios fenómenos de la vida interna de los seres humanos.

Un asunto de particulares

En un programa de debate, exprofeso a propósito del máximo evento futbolístico, un comentarista se refirió a la respuesta del presidente de la República al preguntarle sobre la situación que vive el futbol mexicano. Él solo se concretó a decir: “Es un asunto de particulares”. Esta es una verdad muy dura en varios sentidos, y de las que más duele. Efectivamente, quien invierte dinero en la preparación de los deportistas en este caso el futbolista, es el particular. Si hablamos de otros deportes menos populares, estos se rascan con sus propias uñas; con suerte, alcanzan una beca y pare de contar. Entonces, llamarle industria del futbol, sería lo más acertado, pues el particular está en pleno derecho de invertir su dinero en quien mejor le parece por aptitud, calidad o carisma, qué más da. Habrá de suponer que apuesta por quienes, supone, garantizan el retorno de su inversión.

Meses atrás se desató una polémica por el rechazo categórico del presidente López Obrador a la petición, o mejor dicho, a la regla impuesta por la FIFA para países sedes del mundial (que casi raya en la extorsión): que estos deben condonar los impuestos de las ganancias que generan los involucrados en la justa y que incluye a futbolistas, organizadores y patrocinadores; además de que los gobiernos deben construir la infraestructura para el evento, so pretexto que se le queda al país en cuestión; es decir, pagar por la construcción, remodelación y adaptación de estadios que pertenecen a particulares. Tales abusos parecen importarle poco al aficionado; al momento de celebrarse el mundial, lo importante es tener “puesta la verde”.

El inicio del engaño del Yo

Regresemos a lo que envuelve el fracaso del representativo nacional; a ver, ¿qué acabo de escribir? ¿Es en realidad el representativo nacional? Lo es en tanto el nombre y porque en el uniforme siempre encontraremos los colores de nuestro lábaro patrio, pero el gobierno no invierte un peso en el futbolista, mucho menos existe un mecanismo gubernamental para buscar al mejor o para que, en su defecto, se desarrolle. El engaño se crea porque existe una liga mexicana de futbol, pero baste aclarar que su nombre actual es “Liga BBVA MX”; explicar el evidente patrocinio, está por demás.

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