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El estrés femenino, un mal de nuestro siglo

mujeres
Foto(s): Cortesía
Giovanna Martínez

Isela Sedano

Se denomina estrés, no a lo que nos agrede, sino a la forma como reaccionamos ante cualquier agresión; el término estrés es una adaptación al castellano de la voz inglesa stress. Esta palabra apareció en el inglés medieval en la forma de distress, que a su vez provenía del francés antiguo destresse (estar bajo estrechez u opresión).

Aunque el estrés lo sufre el ser humano sin importar el sexo, el número de mujeres con este padecimiento se ha incrementado considerablemente, a pesar de  que la naturaleza la ha dotado de una mayor resistencia que el varón, debido a que en su vida de relación tiene que pasar por circunstancias estresantes de gran intensidad, como menstruación, embarazo, parto, crianza de los hijos… y ahora relaciones laborales.

La adolescencia es un período crítico para las niñas que padecen problemas que los chicos no experimentan en esta etapa; se sienten muy presionadas por ser guapas y tener la figura y la ropa de moda; además, la menstruación, su retraso o aparición, en algunos casos provoca tensiones muy fuertes; el temor al embarazo en las parejas de adolescentes es casi exclusivamente femenino.

El embarazo ya en sí es estresante, pero cuando no es deseado, lo es mucho más.

El parto y el cambio tan enorme que provoca la llegada de un hijo, determina que aproximadamente un 20 por ciento de las madres primerizas padezcan la llamada depresión potsparto, que normalmente desaparece al cabo de pocas semanas; y cuando llegan los hijos, la mujer suele estresarse más aún, ya que para ella, en muchos casos, todavía no es la forma de máxima realización.

En las relaciones conyugales, casi siempre la mujer es la que recibe el maltrato físico; si se trata de divorcio, la mujer suele quedar en una relación menos ventajosa, con un empleo menos remunerado, con la custodia de los hijos, y a veces con un exmarido que se niega a pagar la pensión alimenticia.

En las tareas domésticas, aún cuando ambos cónyuges trabajen fuera de casa, las más duras recaen siempre sobre la mujer.

La discriminación laboral a causa del sexo, ha disminuido en forma notable, pero todavía es muy fuerte; y eso determina que la mujer tenga que gastar energía extra en superarla; una mujer siempre tiene que demostrar que es mejor que los hombres, si quiere triunfar en su profesión.

Un problema que no es exclusivamente laboral, se da con frecuencia: el acoso sexual; aún para aquellas mujeres que han podido superar con éxito las discriminaciones por razón de sexo y acoso, continúan sufriendo el peso de los estereotipos sexuales.

Se espera que la mujer sea sumisa, callada, dulce, contenta y conforme con las situaciones; verla enfadada, seria o hablando en un tono agresivo parecería no corresponder al carácter del sexo femenino, mientras que esas mismas conductas en el hombre no llaman la atención a nadie, e incluso confieren al varón una imagen de seguridad.

Aunque después de un análisis de la condición femenina actual, nos damos cuenta que las mujeres de esta generación están experimentando un aumento considerable de estrés, es cierto que en los últimos años, los derechos de la mujer se han ido reconociendo en la actualidad, aunque las leyes reflejan un espíritu antidiscriminatorio. Pero desgraciadamente, la mentalidad no se cambia por decreto-ley.

 

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