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De la formación de los psicoanalistas

persona-enmascarada
Foto(s): Cortesía
Redacción

Alejandro José Ortiz Sampablo

Usted, amable lector, que sigue nuestras notas, habrá notado que soy un duro crítico de aquellos que se dicen psicoanalistas y no tienen la menor idea de lo que involucra ocupar tal lugar. Son varios los motivos por lo que esto sucede; el de mayor peso, es que creo necesario señalar la incongruencia que implica tal situación.

Opiniones y ciencia

Sigmund Freud, el creador del Psicoanálisis, si bien no dedicó tiempo para formar a analistas -pues la atención clínica y la teorización de lo que descubría en ella, consumía gran parte de su tiempo-, siempre se comportaba con benévolo escepticismo con aquellos que se acercaban a obtener los beneficios que el Psicoanálisis brindaba. Sin embargo, en toda su obra se pueden recoger los preceptos fundamentales de lo que formarse como psicoanalista conlleva.

Varias veces, Sigmund Freud pagó caro el actuar con benévolo escepticismo; muestra de ello fue el dolor que le provocaron las traiciones de sus más allegados, principalmente cuando no estuvieron de acuerdo con sus postulados. Podrán argüirme, amables lectores, que eso sucede en prácticamente todo campo del saber, pues es común que haya diferencias; además, que es casi imposible que un individuo tenga toda la razón. Es en este punto donde se desata la polémica, pues el Psicoanálisis no se forjó con la perspectiva de su creador, sus juicios e ideología; Freud tomó de la ciencia los principios para forjar cada concepto, es decir, no son opiniones nacidas de un juicio personal.

Psicoanálisis y heridas al Yo

Decir “no estoy de acuerdo con lo que Freud dice” o “en esto se equivocó”, es como alegar el no estar de acuerdo con la teoría de la relatividad de Einstein, pues para refutar dicha teoría se requiere un estudio concienzudo de las leyes de la física. Habremos de mencionar, que los postulados de Einstein no ofenden a nadie, y el mínimo error en ellos es la posibilidad para que otro científico alcance la grandeza. No sucede así con las teorías freudianas, pues, quien se acerca al Psicoanálisis, pronto se percatará de que aquello que se ha mantenido en las sombras emergerá, lo que de manera inmediata pone en alerta a la entidad psíquica llamada Yo.

Es de esperarse que aquellas personas que inician un tratamiento psicoanalítico se percaten en las primeras sesiones de que aquello que las ha llevado a terapia es el menor de sus problemas. Revelación que, paradójicamente, hace que baje la angustia, pero que a la vez hace que el Yo se inquiete, pues de los dichos que involucran su queja, emergerán lo que Freud llamó “los elementos llamativos”, mismos que el analista tomará para hacer hablar más al paciente, obteniendo así la información para que en un futuro cercano estos se sustituyan por el conocimiento de causa; el cual arrojará la dinámica y las leyes a las que obedece la disposición psíquica del paciente en cuestión. Por regla general, esto último termina por ser doloroso para aquella entidad que siempre ha tenido una cara para sí misma y otra para los demás.

A este hecho también nos enfrentamos quienes decidimos formarnos como psicoanalistas, pero es de esperar que seamos nosotros mismos quienes nos demandemos vencer la cobardía de afrontar eso que vive en nosotros y se encuentra en la oscuridad. Sin embargo, existen sujetos que encontraron en la teoría psicoanalítica los elementos para justificar lo sinvergüenzas que siempre han sido.

Continuará el próximo lunes…

¿Quieres saber más?  Pide informes a los teléfonos 951 244 7006/951 285 3921 y ¡Hazte escuchar por un psicoanalista del INEIP A.C.! Escúchanos este viernes en punto de las doce del día por: https://www.facebook.com/RadioUnivas

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