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CONSULTORIO DEL ALMA: CUENTA CONMIGO; Psicoanálisis, política y ciudadanía

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Foto(s): Cortesía
Redacción

Rafael Alfonso

 

Segunda de tres partes

El poliamor, una expresión psíquica de la descomposición social

 

El caso paradigmático que Sigmund Freud redactó en 1909, "El pequeño Hans", nos ilustra varias manifestaciones de la sexualidad infantil como la curiosidad del niño por su cuerpo y el de sus padres, las teorías acerca del origen de los bebés y del ejercicio de la sexualidad, los deseos hacia los padres, la bisexualidad de la infancia y el interés por la masturbación, así como los celos, sobre todo frente al nacimiento de los hermanos.

Estas manifestaciones no son exclusivas de Hans, un niño de 5 años, sino inherentes a todos los seres humanos y no se pueden dar por terminadas en algún momento del desarrollo. Parte de este extenso catálogo implica también la capacidad de Hans de tener, en forma simultánea, varios intereses amorosos, sin restricciones.

Fantasías recurrentes

Tener múltiples parejas sexuales es de las fantasías más frecuentes de hombres y mujeres. Sin embargo, lo que conocemos como el amor, si lo observamos detenidamente, es una de las experiencias más egoístas que conoce el ser humano. A este respecto, podemos decir que no tenemos llenadera, no hay amor suficiente para colmarnos.

Sabemos que, lo que muchas personas dejan en los terrenos de la fantasía, otras lo ejecutan a espaldas de la pareja. Al hablar propiamente de poliamor nos referimos a aquellos casos donde ambos integrantes convienen en vivir de común acuerdo la experiencia poliamorosa, no a escondidas, sino “de frente”, en una aparente franqueza.

Sin duda pudiéramos hablar de una disposición a compartir a la persona amada; pero, ¿no acaso lo que conocemos como el ideal de amor, es intolerante ante la presencia de terceros? Siendo esta situación tan poco común, ¿no estaríamos hablando, entonces, de una disposición psíquica particular, donde la entidad llamada Yo se permite ser compartido?

Jean Paul Sartre y Simone De Beauvoir

Este par de filósofos franceses pasó a la historia no solo por sus aportaciones a la cultura europea del siglo 20, sino también por protagonizar una de las parejas amorosas más célebres del siglo pasado, cuando ser escritor célebre era tan glamouroso como ser estrella de rock.

Uno de los rasgos que los hacía únicos fue haber puesto en práctica un peculiar acuerdo de libertad sexual, de forma que, aunque eran identificados como pareja, no se privaban de tener amantes que les salían al paso en cualquier lado, ya que su aura de genialidad era de un magnetismo impresionante; esto, a pesar de que Sartre fue descrito como “más feo en persona que en fotografía”, lo cual ya era mucho decir.

Al parecer, la pareja transitaba sin mayores sobresaltos por su acuerdo. Jean Paul —incluso con agenda y horario—, pasaba del “amor necesario” que sentía por Simone, a los “amores contingentes” que le iban surgiendo. Simone, en tiernas cartas, informaba a su amado de sus encuentros íntimos con otros hombres. 

No juzgaremos aquí moralmente los resultados de su acuerdo, ni sus inconvenientes. Quizá sólo debemos advertir que si no es usted existencialista con experiencia, lo piense bien antes de llevar a la práctica cualquier acuerdo poliamoroso. 

Continuará el próximo lunes…

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