Rafael Alfonso
El pasado fin de semana, estando de visita en casa de unos familiares, veíamos alrededor de la hora de la comida las aventuras del pequeño Harry Potter, en la primera de ocho cintas, que transmitían por televisión abierta.
Lo mismo que muchos, he visto la saga completa y conozco el final de sus aventuras. Llamó mi atención un detalle en el casting de esta producción, uno imperceptible para quien mira por primera vez esta serie: Lily Potter, madre de Harry, tiene un gran parecido físico con quien, en la película final, será su pareja amorosa.
Lo anterior me llevó a reflexionar una premisa freudiana, que alude a la dinámica amorosa en la vida adulta, que ésta es una repetición de aquella que se estableció en la tierna infancia. Los vínculos, entre ellos los afectivos con los primeros objetos de amor, el bebé y posteriormente el adulto buscará repetir.
De este supuesto se desprende la explicación del por qué en muchas ocasiones, sin percatarse de ello, el sujeto elige a su pareja en función de la semejanza o la diferencia con la imagen materna y proyecta sobre ella sus expectativas, sus ideales y sus conflictos.
No descarto que la producción de Harry Potter eligiera a ambas actrices tomando en cuenta lo anterior, pues no es un secreto que profesionales del entretenimiento y publicistas toman muy en cuenta el trabajo de Sigmund Freud para procurar un mayor impacto en sus audiencias.
Contenidos inconscientes en el amor
El amor es una de las expresiones del narcisismo, donde el sujeto se ama a través del otro. El sujeto ama a su pareja en la medida en que la considera una extensión o un complemento de sí, pues esta le devuelve una imagen gratificante de su Yo, en quien busca satisfacer sus demandas. El amor es en esencia egoísta, ya que busca la realización propia, aunque esto implique algún tipo de malestar para el Yo, lidiar con aquellas cualidades del objeto de amor que le resultan incómodas; no es extraño que una persona demande a su pareja un cambio radical en su estilo de vida o de forma de ser.
En las relaciones amorosas pueden aparecer contenidos inconscientes que han sido rechazados o negados por el sujeto y que generan todo tipo de afectos, incluyendo la angustia. El amor puede despertar recuerdos, fantasías, deseos o temores que el sujeto había alejado de su consciencia. Por ejemplo, puede sentir celos, inseguridad, dependencia o agresividad hacia su pareja, sin saber que revive lo experimentado en su tierna infancia.
Más allá del físico
En el ejemplo cinematográfico y literario que referimos al principio de la nota, es sobresaliente el hecho de que el parecido entre la madre y la futura esposa de Harry no se limita al físico, sino que ambas figuras comparten también otras cualidades como su valor y el afán de proteger al famoso mago de los peligros que le amenazan.
Por regla general, al amor se le relaciona con la armonía, lealtad o generosidad, pero al enlazarlo a un ideal rosa, romántico, caeríamos en una imprecisión. Estas, podemos decir, son cualidades que se adjudican al amor desde el idealismo contemporáneo y que, por mucho que se ponderen, pocas veces se presentan de forma consistente en la vida amorosa.
¿Quieres saber más? Escúchanos este viernes a las 12:00 del día en La hora del deseo, por Radio UNIVAS. Pide informes a los teléfonos 951 244 7006/951 285 3921.
