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CONSULTORIO DEL ALMA: CUENTA CONMIGO; La Omnipotencia del Yo

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Foto(s): Cortesía
Redacción

Daniela Clarisa Concha León

 

Este viernes, en "La hora del deseo" 

 

Hace unos días visité a una amiga de la infancia. Estaba preocupada por su salud, porque me había mandado varios mensajes. Mencionaba que no se sentía bien desde hace unos meses, y que empezaba a preocuparse, así que decidí ir a verla.

Estando con ella, le pregunté: “¿Qué te dijo el médico?”. Me respondió que no había tenido tiempo para ir, que si bien era un mal constante, era tolerable, pues sólo tenía mareos y dolor de cabeza, que no deseaba gastar innecesariamente en medicamentos y estudios; además, no quería enterarse si tenía una enfermedad grave, pues no sabría cómo lidiar con un diagnóstico semejante.

La fuerza de los hábitos 

Sin embargo, por el cariño que le tengo, me permití hablarle de esta forma:

—Me dices que te sientes mal desde hace meses, pero que no quieres gastar en el doctor; ¿qué clase de excusa es esa? Pero bueno, ¿al menos estás comiendo bien?.

Ella respondió.

—Sí, de hecho, ayer cené una hamburguesa y me tomé mi cafecito con pan.

Su respuesta me intrigó, pues no es una comida recomendable para una persona enferma. Así que proseguí.

—¿Y a qué hora te dormiste?

Ella me respondió:

—Fíjate que ayer sí me dormí temprano, a la 1:00. Inmediatamente después de enviar mi trabajo pendiente, cené y me fui a dormir, y hoy desperté a las 6:00, para seguir con lo demás.

Continué preguntando

—Ah, entonces, ¿hoy descansarás?

—No, qué va —me presumió—; hoy tengo tres reuniones por la tarde y les dije a los compañeros del equipo que yo me encargaré de los pendientes para que acabemos luego.

—Ya veo —le respondí—; oye, disculpa que te interrumpa, pero ¿ dónde puedo tomar agua? 

—¿Agua?— me dijo un tanto sorprendida—; ¿no quieres un vaso de refresco? Es que el agua se me terminó hace tres días.

—¿Qué has bebido desde entonces?

—Compré un paquete de refrescos. Tengo de varios sabores.

La escuché, mientras veía cómo se servía en un gran vaso para acompañar las galletas que comíamos.

¿Por qué a mí?

Después de observar algunos hábitos de sueño y alimentación de mi amiga, me sorprendió escucharla diciendo:

—Creo que lo que me pasa es un mal de familia. Recuerdo haber visto a mi mamá con los mismos malestares. Incluso la criticaba, pues pensaba que era una exagerada y que se ponía de mal humor de la nada. También pensaba que era un pretexto de ella para no hacer todo el aseo e irse a recostar. Aún no entiendo por qué me pasa esto, no le he hecho ningún mal a nadie, pero bueno, ya se me pasará, el punto es que no dejaré de trabajar. Un dolorcito no me va a hacer perder todo mi esfuerzo.

Me despedí de mi amiga después de convenir en que la acompañaría a la cita médica que sacamos esa misma mañana, tras convencerla de que era necesario.

Sin embargo, reflexioné que tenía que hablar con ella en otro momento, pues seguramente no logra ver los hábitos diarios que ahora le están pasando factura. Fue ahí donde recordé un tema abordado desde el Psicoanálisis: la omnipotencia del Yo. Esta entidad psíquica, en aras de no perder su hegemonía, se vale del mecanismo de defensa llamado denegación y funciona de la siguiente manera: el sujeto no puede observar aquellas situaciones que realiza y aunque para aquel que lo observa son obvias, para el sujeto que deniega no lo son. De esta forma, aunque reciba las consecuencias de dichas situaciones, se valdrá de múltiples elementos externos para justificarlas y alejar de su conciencia aquello que le representa una incomodidad al Yo.

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