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Consultorio del alma. Cuenta conmigo: El hijo de mi madre jamás haría eso, pero yo sí

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Foto(s): Cortesía
Redacción

Rafael Alfonso

 

Primera de dos partes

 

La adolescencia es una etapa de la vida marcada por el ímpetu de las pulsiones sexuales y agresivas. Este aumento de la pulsión es un proceso normal del desarrollo, pero inevitablemente genera conflictos con los padres. Los jóvenes se encuentran en un proceso de búsqueda de su identidad y autonomía, y esto puede llevarlos a tomar decisiones que decepcionan a sus padres y los conflictúan a ellos mismos.

Los padres, suelen tener expectativas de realización personal en sus hijos, en la medida que proyectan en ellos su propio narcisismo. Quieren que sean exitosos, que tengan una buena carrera, que lleven una conducta moralmente intachable, quizá que se casen y formen una familia. Cuando los jóvenes experimentan conductas que se alejan de estas expectativas, los padres pueden sentir un gran desasosiego, mismo que puede adquirir tintes angustiantes.

Los padres pueden sentirse enfadados, frustrados, tristes o incluso culpables. Los jóvenes, por su parte, también pueden sentirse decepcionados de sí mismos cuando toman decisiones erróneas, como consumir estupefacientes, experimentar con su sexualidad o llevar a cabo conductas ilícitas. Pueden sentir vergüenza, culpa o miedo y pueden también sentirse perdidos y desorientados. Una de las formas en que los padres hacen frente a las emociones que les provocan los errores de sus hijos, es intentar controlarles la vida, con el fin de evitar que vuelvan a decepcionarlos. Sin embargo, si los impulsos libidinales rebasan a los hijos, el ímpetu por llevar a cabo conductas que les causen satisfacción puede llegar a ser irrefrenable.

 

 

Los diques de la cultura

Sigmund Freud identificó que en la muy temprana infancia se instalan en nosotros o que llamará los diques culturales que harán frente a los impulsos libidinales que se desbordan de un organismo que, en su primitivismo, responde básicamente al principio de placer-displacer.

Se reconocen como diques culturales porque precisamente hacen posible la cultura, al evitar que, como individuos adultos, respondamos a este principio de placer sin considerar nuestro actuar en una sociedad organizada. Estos diques son el asco, la vergüenza, moral y estética, un tamiz por el que pasan nuestros impulsos antes de tomar forma de acción.

 

 

Ejemplos burdos

Pero sucede también que si estos diques no se han instalado en el individuo en las edades referidas difícilmente se instalarán después. Un ejemplo muy burdo puede ser el de un sujeto que creció sin conocer la vergüenza, el resultado es que desde siempre habrá privilegiado su satisfacción sin importarle lo que los demás piensen de él y hablaríamos de un tipo capaz de atropellar a los demás, incluso haciendo gala de cinismo. Si alguna persona está acostumbrada a resolver así su paso por la vida, usted que nos lee ¿considera imaginable que este sujeto pueda adquirir la vergüenza de la que ha carecido siempre? Algo parecido podríamos decir de las personas que no sienten asco o que no desarrollaron un sentido moral, aunque hay que considerar que estos diques no se instalan por separado. Cabe mencionar que no juzgamos, sino que sólo señalamos un fenómeno del que varios ejemplos tenemos en la vida cotidiana.

Continuará el próximo miércoles…

¿Quieres saber más? Escúchanos este viernes a las 12:00 del día en La hora del deseo, por Radio UNIVAS. Pide informes a los teléfonos 951 244 7006/951 285 3921.

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