POR: ALEJANDRO JOSÉ ORTIZ SAMPABLO
En una reunión con padres de familia, una madre me realizó el siguiente comentario:
“Ustedes los psicólogos nos dicen que no hay que pegarle a los hijos, que hay que educarlos con amor; sin embargo, antes, ¡qué íbamos a faltarles el respeto a nuestros padres! Ahora las cosas que ven en la televisión o con sus amigos vienen y las hacen en la casa; hasta “güey” nos dicen. Los especialistas no nos explican de manera que entendamos, por qué son así las cosas”.
Este comentario surgió al inicio de la charla, al preguntar qué tema les gustaría abordar y comentarles que las respuestas a sus inquietudes también serían publicadas en esta sección de “Consultorio del Alma”. Al inicio me pareció pertinente mencionar la diferencia entre los psicólogos y nosotros, los psicoanalistas. Los primeros se dedican al estudio de la conducta, algunos incluso pretenden modificarla en sus pacientes, en muchas ocasiones sin haber llegado a la comprensión del por qué estas se llevan a cabo.
Antes de la respuesta, una explicación necesaria
Para nosotros los psicoanalistas, si bien nuestro tratamiento busca lograr en el paciente al menos un pequeño cambio, esto no cobra más relevancia que aplicar nuestro método de investigación, donde el primer paso es instar al paciente a hablar de aquello que adolece para así obtener la información que nos arroje luz sobre ello. Algunos me reprocharán que las personas hablamos de nuestros problemas sin mayor dificultad, ya que es algo que estamos acostumbrados a realizar de manera espontánea con el amigo, el conocido, al interior de la familia y, en algunos casos, con perfectos desconocidos, así que eso de instar al paciente bien podría quedar fuera. Sin embargo, cuando realizamos dicha acción, le solicitamos que procure no aplicar al material (los pensamientos que se le ocurren), juicios que los modifiquen o que eviten que nos los cuenten, que —incluso si se trata de algo penoso— se esfuerce por narrarlos. Sabemos que eso que acaba de mencionarles es casi imposible que suceda entre amigos, conocidos y familiares; pero decir tales recomendaciones cobra relevancia capital en el dispositivo clínico.
Pensamientos que trascienden la realidad
Los pacientes nos cuentan su historia, sus recuerdos, los afectos que los acompañan; pensamientos y fantasías que, si bien en su vida no llegaron al acto, las más de las veces llegan a trascender como sentimientos de culpa (inconscientes) o reforzando estados afectivos que llevan a la persona a ser una resentida de su historia y de las personas que intervinieron en ella, siendo una de sus últimas consecuencias la enfermedad. En ocasiones, en el tratamiento llegamos a un callejón donde no hay forma de evocar otro recuerdo, por lo que es necesario aplicar supuestos a partir de lo ya escuchado.
Antes de responder el comentario de la madre de familia, fue necesario el paréntesis anterior, ya que tomaré elementos de la clínica para elucidar dicho fenómeno.
Continuará el próximo sábado…
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