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“Ya se puso Chucky”, la degradación de la vida afectiva

chucky
Foto(s): Cortesía
Redacción

Alejandro José Ortiz Sampablo

Al parecer, en la actualidad la vida cotidiana se caracteriza por estar llena de palabras vacías. Se dice que hace muchos, pero muchos años, los seres humanos mantenían un contacto especial con la naturaleza y con ellos mismos. También se dice que reflexionaban sobre su actuar, pues eran conocedores de que cada uno de sus actos -entre ellos las palabras-, tendrían consecuencias que, en un momento determinado, los alcanzarían. Este párrafo bien lo podría cerrar con una frase conocida por muchos, que circula en redes sociales para aludir a aquellos que, después de una juventud prometedora, de una u otra forma han fracasad: “sí, pero me chingué la rodilla”.

Lo que hoy vivimos es consecuencia del ejercicio de la educación de nuestros antepasados, o peor aún, como decía mi padre, “pensamiento sin acción, es palabra vacía”. A decir verdad, desconozco si en algún momento de la historia -aunque algunos historiadores dicen que sí, pero ello parece más un acto de fe- los seres humanos nos percatamos de la importancia de los pequeños detalles en la relación con los otros y nosotros mismos. En concreto, me refiero a las expresiones que muchos padres y madres utilizaron y utilizan con sus hijos en su convivencia diaria.

El muñeco diabólico y la tóxica

Hace un par de días me comentaron una expresión que una madre y algunos seres cercanos de una pequeña de dos años utilizan cuando esta se enoja intensamente al no conseguir lo que desea, “ya se puso Chucky”. Frase que alude al personaje ficticio del film de 1988, que llegó a los cines de México con el título “Chucky, el muñeco diabólico”. De tal anécdota podemos extraer muchos supuestos, pues degradar la vida emocional de los pequeños no es cosa nueva en nuestra cultura. Por otro lado, utilizar este tipo de motes ante dichos ex abruptos emocionales ha sido la manera de lidiar con ello, mostrando de esta forma lo chocante que resulta para la entidad psíquica llamada Yo las expresiones no acordes con él.

En la vida de los adultos también tenemos buenos ejemplos, muy popular hoy en día es utilizar el término “la tóxica” para referirse a su pareja sentimental.

Las consecuencias

Los padres que utilizan ese tipo de expresiones con sus hijos, no se percatan de las implicaciones que tienen y tendrán en el futuro cercano, pues el primer engaño del Yo, es que, al expresarse de esa manera con ese otro -que nos causa molestia por manifestar sus afectos- se hace la idea de que lo ha “resuelto”, y de esta forma se queda con ello, sin pensar que la expresión de ese otro puede tener otra solución. Si retomamos el ejemplo de aquellos que utilizan el mote de “la tóxica” con su pareja, es más cómodo para el Yo degradarla de esa manera que reflexionar qué parte de su actuar provocó su mal humor, pero, como después del reflexionar tendría que pasar a la acción, es ahí “donde la puerca tuerce el rabo”.

Referirnos a nuestros seres queridos con esas expresiones tiene consecuencias, de las cuales muchos padres y madres hoy se quejan, pero no percatarse de ello da pie a que éstas tengan lugar, porque vivimos nuestras propias palabras como vacías.

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