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Una disposición para el sufrimiento

pareja
Foto(s): Cortesía
Redacción

Alejandro José Ortiz Sampablo

En el transcurso de la vida no faltan motivos de dolor y pena. Las causas pueden ser distintas: el fracaso en la vida amorosa, no cumplir con las expectativas de otros, la pérdida de un ser querido, son solo algunos, entre muchos otros motivos.

Ante el sufrimiento

En ocasiones, tal sufrimiento inhabilita a las personas para continuar con sus actividades cotidianas, situación que es propia de tales estados; sin embargo, muchas veces, este se prolonga a tal punto que se vuelve preocupante para familiares y amigos. Si bien no podríamos determinar un tiempo fijo para salir de una pena, es de llamar la atención la disposición psíquica que las personas adoptamos ante el sufrimiento.

Cuando en el procedimiento psicoanalítico el paciente habla del mal que lo aqueja, suponemos que su actitud ante ello es similar en otras situaciones de esa índole. Pues al parecer, cuando el individuo establece su relación con el mundo, hay algo de ella que se fija. Por ejemplo, si un pequeño se comporta díscolo y no la domina tal actitud en esa etapa de la vida o sus padres no lo llevan a domeñarla, difícilmente adoptará otra actitud en su vida adulta.

Una historia, el inicio

Un niño, al nacer, establece relación con aquello que no es él, y se ve forzado a resolver las exigencias que le plantean su propio organismo y ese mundo exterior. Al comienzo, en ambos casos depende de otros para darles trámite; por lo general es la madre (o un sustituto) quien le proporcionará tales cuidados. Dichas necesidades, al ser atendidas, provocarán una disminución en la intensidad del estímulo, deparándole al pequeño una ganancia de placer. Como consecuencia de lo anterior, depositará una gran estima en quien le proporcione tal experiencia, lo que en el futuro le acarreará conflictos. Uno de ellos será la pena al percatarse de que ese objeto no es exclusivo de él o de ella; sino que es compartido. La postura que tome ante tal situación es ajena al hecho en sí, pues depende de la manera en que él o la pequeña vivan la afrenta, la cual es una decisión que llamaremos subjetiva.

Esta es una de tantas decisiones que el individuo toma en los inicios de su vida, sin tener plena consciencia. A pesar de que esto sucede a tan temprana edad y el paciente no lo recuerda, cuando narra en la sesión psicoanalítica el malestar que lo lleva a terapia, él o ella nos habla de dichas decisiones subjetivas, las cuales hoy en día las toma de manera automática. Esto es lo que nos permite crear una dirección de cura para cada paciente.

Es la disposición psíquica que se adopta en la tierna infancia, en conjunto con las decisiones subjetivas que se toman a temprana edad, la que eventualmente lleva a los individuos en la vida adulta a sufrir de manera exacerbada o, en el peor de los escenarios, a caer en estados patológicos que le impiden disfrutar de la vida.

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