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Mortificación ante la pérdida

mujer
Foto(s): Cortesía
Redacción

Rafael Alfonso

Una publicación del ministerio de salud argentino define al animal de compañía como “aquel que se encuentra bajo control humano, comparte intimidad y proximidad con sus propietarios, y recibe un trato especial de cariño y cuidados que garantizan su estado de salud”.

Cuando es el caso, el animal juega “un rol muy similar al de un humano como compañero de cuarto o mejor amigo, aliviando la soledad y convirtiéndose en confidente”, es de lo más común que los animales de compañía sean considerados incluso como miembros de la familia y está al alza la tendencia de elegir la crianza de mascotas como un sucedáneo de la paternidad.

Porfirio, un caso de la vida real

Porfirio es un conejo belier que llegó a manos de mi hija en un momento en que ella, como estudiante, vivía en soledad. Durante casi dos años fue su compañero, su guardián, su confidente, su roomie. Su silenciosa y carismática presencia ha brindado alegría y consuelo a su corazón.

El día domingo, que para ella fue de trabajo, Porfirio desapareció de la casa donde amablemente estaba siendo resguardado. Desde el día que se supo de su extravío se han hecho los esfuerzos que proceden en estos casos, como buscarlo por todos los rincones de la casa y por los alrededores, así como imprimir y pegar carteles ofreciendo una gratificación. Ya ni qué decir que el estado de ánimo de mi hija está visiblemente afectado por el acontecimiento.

Ante la pérdida

Las pérdidas en nuestra vida suelen ser ocasiones en las que la memoria se activa de manera imperiosa, pues es la única forma de recuperar el contacto con el objeto de nuestros afectos. Lo anterior suele ocurrir de manera un tanto tormentosa, pues evocamos todo tipo de sensaciones muchas de ellas desagradables, sobre todo por todos aquellos sentimientos que se activan, particularmente la nostalgia y la culpa, por lo cual no es de extrañar esta sensación de que, al perder a nuestra mascota, nos es arrancada una parte de nosotros mismos.

Sin embargo, por muchas razones, es el momento de guardar la calma y pensar con la cabeza fría. Realmente como un guerrero, hay que estar listos para tomar acciones contundentes, movernos de prisa y también para salvaguardar nuestra propia seguridad. En estos casos, lo más peligroso para cualquier persona es entregarse a la mortificación. Además de que la vida sigue su curso, y debemos cumplir compromisos sociales y de trabajo, hay que tomar en cuenta que la mortificación y la autorrecriminación son parte del ensimismamiento al que la instancia psíquica llamada Yo, se dirige de forma natural. Este camino del Yo afecta nuestra capacidad de alerta, baja nuestras defensas y nos hace susceptibles a cometer imprudencias. Lo anterior nos pone en riesgo de sufrir descuidos, accidentes y enfermedades, que después podemos lamentar.

Pide informes a los teléfonos 951 244 7006/951 285 3921 y ¡Hazte escuchar por un psicoanalista del INEIP A.C.!

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