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"Mejorando la raza": Racismo en un país no racista

adultos_mayores
Foto(s): Cortesía
Redacción

Rafael Alfonso

 

Muchas veces, cuando niños, al menos en lo que toca a mi generación, escuchamos esta expresión: “Hay que mejorar la raza”.  Por supuesto, no éramos conscientes en aquel momento del racismo subyacente en ella, pues implica al menos tres supuestos que, hoy sabemos, son absurdos. Primero, que las razas existen; segundo que hay razas que necesitan “ser mejoradas” y por último, que una raza puede “mejorar” a otra.

Herencia colonial

Esto es obviamente el resultado de la construcción de una sociedad en la que, por cuestiones político administrativas, se consideró necesario controlar a grandes estratos poblacionales. Ya en el antiguo territorio mesoamericano se estilaba diferenciar entre toltecas (constructores de ciudades) y chichimecas (cazadores seminómadas). Una vez conquistados todos los pueblos, durante la ocupación colonial, se organizó un complejo sistema de castas en la que los españoles nacidos en la península ibérica se encargaban de la administración de alto nivel, mientras que en la parte más baja de la escala estaban los esclavos negros, y apenas arriba de ellos, la población indígena.

Resultado de esto fue que determinados fenotipos terminaron identificados con bajos niveles de educación y capacidad económica, quedando nuestra visión anclada a esos prejuicios. Un sujeto que profiere insultos haciendo referencia al ser indígena de otro —como “indio”, “yope”, “pata rajada”, “huarachudo” y otros similares— da por sentado que esta condición está asociada a la ignorancia, a la pobreza o a la falta de capacidad intelectual y que por lo tanto, el indígena mexicano no es merecedor de un trato digno.

Objetivamente hablando

Sin embargo, la ciencia ha dejado claro que las razas no existen. Todos los seres humanos, por su origen común, pertenecen al mismo repertorio genético. Las variaciones que podemos constatar, sobre todo a simple vista, no son el resultado de genes diferentes, sino de la influencia del medio ambiente sobre muchas generaciones de individuos. Así, aunque podemos lucir muy distintos a partir de la estatura, el rizado del cabello y por supuesto, el color de nuestra piel, seguimos siendo, en esencia, el mismo animal.

Por supuesto que la segregación siempre ha existido, incluso en sociedades en las que estas no se podría explicar a simple vista. Nunca han sido muy distintos los fenotipos de un cristiano viejo y un judío converso, o de un shudra y un dalit en la India, o de un teutón con un gitano alemán (ambos arios), o de un hutu y un tutsi en Rwanda, pero entre estos grupos hay una larga historia de discriminación, exilios y masacres; violencias todas desatadas y justificadas a partir de diferencias culturales.

En México y en Oaxaca en particular, tenemos el complicado reto de superar prácticas y expresiones racistas, sobre todo cuando identificamos el tono de piel, claro con privilegios económicos y sociales muy difíciles de negar, pero que a pesar de todo se niegan, una y otra vez, desde el discurso oficial. Escondidas de esta forma, las expresiones racistas son efecto de móviles ocultos que escapan a nuestro conocimiento. En nuestro próximo programa de “La hora del deseo” trataremos ampliamente cuáles son estos móviles.

¿Quieres saber más?  Pide informes a los teléfonos 951 244 7006/951 285 3921 y ¡Hazte escuchar por un psicoanalista del INEIP A.C.!

[email protected]

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