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Lecturas para la vida: Entre el cuerpo y el espíritu

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Foto(s): Cortesía
Redacción

Fausta Ibáñez Ríos

Este año me ha brindado la oportunidad de realizar algunos cambios en mi vida y la de mi hija. Uno de ellos se debió a la amabilidad de dos personas, quienes me auxiliaron a inscribir a mi hija Casandra en la Casa de la Cultura Oaxaqueña. Así tuvo la opción de elegir dos talleres, a los que entraría con beca: teatro y teclado. 

Un día, mientras esperaba que saliera de su clase, vi la presentación de una obra llamada “Soledad” que trataba el tema de violencia de género, el cual siempre ha sido de mi interés y al que me he dedicado durante algunos años.  Al término de la obra, se acercó una mujer para invitarme al Taller de Teatro para Adultos. Mis ojos brillaron de emoción ante la posibilidad de realizar un anhelo callado, largamente contenido, pues nunca olvidé que a mis 16 años intenté incursionar en el teatro en esa misma institución.

Me inscribí al primer taller, que concluyó en octubre con mi participación en la obra  “La Matlacihua”. Estuve vacilante en inscribirme al segundo taller, principalmente por cuestiones de salud y por los avatares que se presentan en nuestro diario vivir cuando uno se relaciona con otras personas; sin embargo, no estaba dispuesta a renunciar por segunda ocasión a realizar mi anhelo. Ahora, con la ventaja que brinda el analizar los conflictos personales y el conocimiento de los procesos psíquicos. 

Me permití continuar en el taller y por ende, participar en la pastorela que presentamos el 20 de diciembre en el zócalo de nuestra capital. Cada día que transcurría durante mis ensayos, y la interacción con la maestra, eran motivo de reflexión, pero no de esas reflexiones que solía hacer antaño, pues ahora se conjuntaban con algunas construcciones hechas durante el análisis, como el peso que tiene una figura de autoridad, las relaciones con nuestros iguales en nuestro actuar cotidiano y los requerimientos para cumplir nuestros objetivos, metas y anhelos.

Aunque en otros ámbitos de mi vida he experimentado sensaciones satisfactorias con mi trabajo, no tenía la más mínima noción de lo que significaría para mí descubrir las risas y emociones que puedo provocar en otras personas. Por mi parte, me encanta brindarles lo mejor de mí. A los asistentes que estuvieron, a pesar del frío que se sentía aquella noche, les doy mil gracias y les deseo feliz y próspero Año Nuevo.

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