Pasar al contenido principal
x

LECTURAS PARA LA VIDA: Cuando el trineo pierde el rumbo...

trineo-oaxaca
Foto(s): Cortesía
Redacción

Mónica Ortiz Sampablo

 

Vivo en una colonia ubicada a 40 minutos aproximadamente del centro de la ciudad, en la que hasta hace menos de un año operaba el basurero municipal; de hecho, mucha gente lo tomaba como referencia para referirse a este lugar. “Ah, vives en la colonia del basurero” decían con tal naturalidad cuando les daba mi dirección. En fin, aquí se forjan historias y se bordan sueños. 

Aquí llega un Santa Claus con juguetes de segunda mano, o de los más baratos: las tradicionales pelotas de plástico que de dos patadas quedan desinfladas sin esperanza de reparación, muñecas de plástico que al moverles los brazos fácilmente se desprenden y terminan sin extremidades en menos de una semana, carritos que no aguantan la terracería y en el primer arrancón quedan desprovistos de llantas. ¿Qué caso tiene? El juguete esperado no existe, tampoco las cartas, no hay razón para escribirlas. Lo que sí existe en el imaginario de los niños es el personaje de traje rojo y barba blanca que les manda regalos que son como un dulce efímero.

 Personas “de buen corazón” realizan colectas de juguetes para “los que menos tienen”; después los hacen llegar a quien corresponda, dado que confían plenamente en que llegarán a su destino; pero no siempre es así, no es raro que en el trayecto regalos como peluches, carritos, pelotas o muñecas vayan a otro destino.

Les contaré que don Gaudencio, jefe de un sector de esta colonia, recibió un botín considerable de manos generosas, dos grandes costales con peluches nuevecitos que las monjitas habían reunido para despertar alegrías y dibujar sonrisas. Lo que ellas no saben, es que el sujeto tiene una tía que vende chácharas en el tianguis; saquen ustedes sus conclusiones.

La situación resulta indignante; sin embargo, el asunto no quedó ahí, ya que justo en esa semana, una de las monjas tuvo a bien acudir a la colonia para comprobar que los niños hubiesen recibido los regalos de Santa. Cuando llegó al domicilio de don Gaudencio y lo cuestionó, el hombre no tuvo más remedio que entregar una de las grandes bolsas que ya estaba lista para la vendimia. Dijo que la estaba guardando para el Día de Reyes, sin poder evitar que su rostro colorado esbozara una sonrisa de vergüenza.

[email protected]

 

Noticias ¡Cerca de ti!

Conoce los servicios publicitarios que impulsarán tu marca a otro nivel.