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Las maestrías en Psicoanálisis y sus vicios

mujer-trabajando
Foto(s): Cortesía
Aleyda Ríos

Primera de tres partes / Alejandro José Ortiz Sampablo

Hace un par de días recibí la llamada de una querida amiga, quien tuvo a bien interesarse por el Psicoanálisis cuando estudiaba la carrera de Psicología. Al poco tiempo de concluir la licenciatura, optó por inscribirse en una de tantas maestrías en Psicoanálisis que se ofertan a distancia.

Una solicitud

Antes, me había llamado para preguntarme cuánto trabajo me había costado iniciar la atención clínica, si los pacientes duraban en el tratamiento y el tiempo que estuve a la espera de ellos. En esta ocasión era para solicitarme la supervisión de un caso, de una paciente que acababa de recibir. Eso es raro escucharlo, pues son muy pocos psicoterapeutas que realizan tal solicitud, eso habla de la disposición de esta joven a realizar -vamos a decir- bien las cosas.

Ella no tiene la menor idea en el aprieto en el cual me metió. Por un lado, todo aquello que se relaciona con el Psicoanálisis me lo tomo muy en serio, ya que tengo en claro el valor de la vida anímica de las personas -que es, a un tiempo, el lugar donde incidimos durante el tratamiento y nuestro objeto de investigación-; por otro lado, está el aprecio que le tengo. Ella ha traído a mi puerta un problema latente que considero grave y del que muchos nos hacemos cómplices, al guardar silencio; me refiero a la soledad en la que quedan quienes cursan dichas maestrías.

Cómplices y problema silencio

Para algunos, lo siguiente que leerán será motivo de polémica; a pesar de que ya lo he mencionado, considero importante la advertencia. A diferencia de las maestrías que se pueden cursar en diferentes especializaciones académicas, las que se ofertan en Psicoanálisis son generadoras de muchos vicios dentro del campo que me ocupa. Uno de ellos, es el que vive mi querida amiga, el carecer de una práctica y orientación en la clínica, mismas que no se dan en las maestrías. Así mismo me comentó sobre un individuo, profesor en reconocida universidad, que se presenta como psicoanalista, pero al que considera un engreído. Ella me preguntó si esa podría ser la actitud de un analista.

Los motivos que llevan a una persona a cursar una maestría en Psicoanálisis no se diferencian en gran manera de los que motivan a otra que estudia otra especialidad académica y profesional. En este momento caigo en un dilema, continuar con la explicación de lo que implica la formación del analista, para que a usted amable lector le quede clara la dimensión del problema o continuar explicando la situación en que muchos psicólogos, como mi amiga, se encuentran una vez que concluyen dichas maestrías.

Motivos e ignorancia

Saldré de tal situación alejándome de ambos vértices, con la siguiente interrogante: ¿Cuáles son las ideas o procesos de pensamiento que dan origen a las maestrías en Psicoanálisis? Son de diversa índole. Podemos suponer que van desde el beneficio económico que se obtiene y el estatus intelectual que brinda a los involucrados, hasta un interés sincero porque el Psicoanálisis prevalezca, incluso cumpliendo aquello que su mismo creador, Sigmund Freud, vislumbró: que el Psicoanálisis se enseñara en las universidades.

Puedo decir que cualquier motivación es válida, solo que al parecer quien las realiza desconoce a profundidad las leyes y la dinámica de la vida psíquica, ya que dejan muchos hilos sueltos que, a la postre, se vuelven un peligro para quien las cursa.

Continuará el próximo sábado…

¿Quieres saber más? Pide informes a los teléfonos 951 244 7006/951 285 3921 y ¡Hazte escuchar por un psicoanalista del INEIP A.C.!

[email protected]

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