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La suerte y la fortuna: la decisión de creer

rueda_de_fortuna
Foto(s): Cortesía
Redacción

Rafael Alfonso

Circula en redes sociales un curioso video. Debajo de un poste publicitario, un hombre discute con su joven pareja. La discusión sube de tono. Hay gritos y jaloneos. Al mismo tiempo, una mujer mayor atraviesa la calle y a medio trayecto se le cae una bolsa de supermercado regando su contenido por el suelo. La joven se dispone a ir en auxilio de la octogenaria, pero el hombre, entregado a su mal humor, trata de impedírselo. Finalmente, ella logra apartarse de él y ayuda a recoger los artículos del suelo. El hombre se queda por unos instantes debajo del poste hasta que se dirige a su pareja, más con ánimo de seguir el pleito que de ayudar. Apenas da unos pasos, un pesado letrero espectacular se desploma y cae exactamente donde, segundos antes, el hombre rumiaba su coraje. De haber permanecido bajo el poste, el sujeto estaría muerto o seriamente lastimado de por vida. Al ver lo sucedido, la reacción espontánea del hombre fue agradecer con un beso a la mujer mayor por haberle salvado la vida con su propio accidente.

Un hombre afortunado

Sucesos como los que antes describimos ejemplifican cómo, al margen de nuestras acciones, otras acciones se desarrollan de forma simultánea a las nuestras, y cómo en algunos momentos, estas se entrecruzan generando estas curiosas casualidades. “Nada se genera al azar” —decía ya Aristóteles hace más de 2300 años—, hay una causa determinada de todas las cosas. Cierto que la mujer mayor podría decir, o no: “Hoy salvé la vida de un hombre”, pero ciertamente nunca tuvo esa intención. Cruzó la calle con sus propios objetivos y venía de realizar una actividad que nada tenía que ver con la discusión de la pareja. Cosas que suceden, para bien o para mal. Así es la fortuna, mengua como la luna, se eclipsa, cambia de dirección. No por nada, “rueda de la fortuna” se llama esa popular atracción de feria donde lo mismo estamos arriba, como abajo. 

Suertudotes y omnipotentes

Sin embargo, aun quienes afirmamos contar con una estupenda suerte, debemos ser precavidos. Un sujeto maduro convendrá en que no es buena idea confiarse totalmente a la fortuna, pero existe un fenómeno que conocemos como omnipotencia del pensamiento —una prolongación del pensamiento mágico infantil— que en algunos casos, se manifiesta un profundo egoísmo y una entrega desmesurada y despreocupada, incluso temeraria, a los azares de la vida, particularmente a los placeres. En otros casos nos entregamos a la superstición, que limita nuestra libertad debido al temor de que “algo malo pueda ocurrir”.

Hoy existe —quien lo dijera, en pleno siglo XXI— una próspera industria destinada a incrementar o propiciar la suerte del público, mediante el pago correspondiente. Por otro lado, el Psicoanálisis nos muestra cómo, algunas cosas que adjudicamos a la suerte, son consecuencia de nuestra disposición psíquica hacia el mundo exterior y hacia nosotros mismos. Dicha disposición, decimos en el campo psicoanalítico, es inconsciente, puesto que la entidad psíquica llamada Yo, por regla general la desconoce o, como decimos popularmente, hace como que la Virgen le habla.

¿Quiere saber más? Pide informes a los teléfonos 951 244 7006/951 285 3921 y ¡Hazte escuchar por un psicoanalista del INEIP A.C.!

[email protected]

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