Pasar al contenido principal
x

La increíble máquina podadora-fertilizadora de dos dientes

Foto(s): Cortesía
Aleyda Ríos

Dina Ramírez Gutiérrez

Cuando mi hijo Ary cumplió diez años, le regalé un cuyo. Él quería un hámster, pero decidí que el cuyo estaba más bonito; además, pensé que el hámster era muy chiquito y si escapaba se iba a perder, puesto que el patio es amplio. Recuerdo que me lo dieron en una bolsa de papel y al llegar a casa lo entregué a mi hijo en una cajita feliz de McDonald's; al recibirlo, pensó que era una hamburguesa; claramente puedo evocar su carita y sus ojos cuando vio al animalito dentro, se puso feliz.

La familia crece

Todo fue muy bien, incluso se le construyó una casita dentro de una jaula. Con el tiempo, Ary me pidió que le comprara la parejita, a lo que yo accedí sin reparos, encantada de hacer feliz a mi hijo. Así que ahora ya teníamos dos, un macho y una hembra que tuvieron un cachorrito, y luego otro… y luego otro más. En pocos meses montamos una mini granja de ocho animalitos con todos los aditamentos que, pensamos, harían confortable su vida, pero no contábamos con un importante detalle: comen demasiado.

Primero consumían un alimento especial, después lo acompañábamos con las sobras de los vegetales de la cocina, en algún momento comprábamos kilos de verduras solo para ellos. Aunado a dicho problema, nos dimos cuenta que son territoriales, así que peleaban unos con otros; vino entonces la crisis.

Tristeza y alivio

Gritos, peleas, animales heridos, retraídos o agresivos que reclamaban comida y espacio; por esa razón, comenzamos a vender algunos y otros dimos en adopción. Nos quedamos con solo los dos primeros y un cachorrito a quienes debimos esterilizar. Un día encontramos la jaula con un área abierta: se habían escapado por un agujero que hicieron en la malla metálica con sus filosos dientes. Ary estuvo muy triste, preocupado y enojado, pero yo vi en mi cartera bastante alivio.

Esta experiencia me llevó a reflexionar acerca de lo que motiva a una madre a cumplir los deseos de su hijo sin detenerse a pensar en las consecuencias que puedan tener sus actos. Por un lado, me recriminé la adquisición de un animalito sin prever sus necesidades y lo que representaría en términos de cuidados; y por el otro, me preocupé al darme cuenta de que no puedo sostener el enojo de mi hijo ante la negativa del cumplimiento de sus deseos.

Otra arista

Por días tratamos de atrapar a los prófugos sin lograrlo, se mueven muy rápido y son nerviosos, se ocultan durante la mañana y salen por la noche. Un día comencé a ver en el patio algo diferente. Donde la maleza había ganado terreno a causa de la lluvia, el pasto se veía perfectamente recortado. Concluimos que eran los cuyos, quienes nos hacían el favor de podarlo. Lo que por un momento fue trágico, se convirtió en un evento muy afortunado porque este año no fue necesario contratar a alguien para que hiciera ese trabajo. El patio está libre de excesos, bueno, de hecho, a estas alturas no hay una sola brizna verde en ningún lado, los cuyos acabaron con todo. Afortunadamente, mientras se alimentan, van depositando sus nutritivas heces por todo el jardín. Ellos son libres y nosotros nos alegramos mucho al verlos, cada vez que nos lo permiten.

[email protected]

Noticias ¡Cerca de ti!

Conoce los servicios publicitarios que impulsarán tu marca a otro nivel.