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La historia que se repite; Los padres, hoy

Mujer con vestido rojo
Foto(s): Cortesía
Alejandra López Martínez

Alejandro José Ortiz Sampablo// Última de cinco partes.

Para Alondra, en la adolescencia la escuela fue lo mejor de la vida, era el lugar perfecto para expresar aquello que deseaba hacer desde pequeña: usar lápiz labial, maquillaje y zapatillas. Aún cuando en la secundaria no se lo permitían, siempre encontraba el momento oportuno para realizarlo. Aprendió a coser para modificar la falda del uniforme, desde hacerla lo más corta posible de lo permitido por la escuela, plisados, drap, godet, envolvente; le hacía lo que imaginaba harían ver bien a sus estilizadas piernas.

El bello mundo del glamour

Alondra aprendía rápidamente todo aquello que tenía que ver con la moda, sabía qué corte de cabello le quedaba a cada tipo de rostro, a sus amigos incluso les llegó a cortar el cabello de acuerdo a la idea que se imaginaba. Era atrevida en las combinaciones de ropa, desde los colores a usar, hasta las texturas de las telas. Tenía memoria fotográfica, cuando visitaba tiendas departamentales se grababa los modelos de ropa con solo verlos para luego replicarlos, eso sí, siempre imprimiéndoles su estilo. Era una maestra del maquillaje, se compraba desde los más económicos hasta los de mediano precio, fue de esta manera que un día se intoxicó con un labial barato, por lo que no le quedó más que comprarse solo de marca.

La injusticia

Prontamente se incorporó al campo laboral, una, porque la moda cuesta, pero principalmente porque no le gustaba realizar los quehaceres del hogar, con el agregado de que su madre le solicitaba la apoyara con la atención de los hombres de la casa. Un día, cuando visitaron a su tía Abigaíl, hermana de su madre, escuchó que su tío solicitaba una recepcionista; no dejó pasar la oportunidad y le pidió le diera el trabajo a ella. Aun cuando el horario era de tiempo completo, el esposo de su tía accedió a contratarla medio tiempo. Fue ahí donde conoció el mundo de la abogacía.

Dos mundos

De esa manera, Alondra dividió el tiempo de sus últimos meses de secundaria y casi todo el bachillerato. Le gustaba la vida que su tío le proporcionaba a su tía, auto, bonita casa y además se podía comprar la ropa que quería sin la necesidad de estar cosiendo. Así decidió estudiar la licenciatura en Derecho.

Sus padres no le podían pagar la carrera en una escuela privada, así que optó por estudiarla en la universidad del estado, lo que su tío le aplaudió. Su salida del bachillerato coincidió con el fin de un noviazgo en que las constantes infidelidades de él y los celos tormentosos de ella, era el pan de cada día. Su consternación y desánimo le impidieron continuar con sus planes de estudio, pues perdió la posibilidad de inscribirse.

Una mañana decidió acudir a la Facultad de Derecho para pedir información y poder inscribirse el siguiente año; fue entonces cuando coincidió por primera vez con Juan; para esa época ya había perdido conciencia de ella misma.

Continuará en la próxima serie de notas…

¿Quieres saber más? Pide informes a los teléfonos 951 244 7006/951 285 3921 y ¡Hazte escuchar por un psicoanalista del INEIP A.C.!

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