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La historia que se repite; los padres, hoy

niña sonriendo
Foto(s): Cortesía
Alejandra López Martínez

Alejandro José Ortiz Sampablo// Cuarta de cinco partes

Alondra fue la segunda de tres hijos. El mayor, Alan, le llevaba seis años y Pedro, el más pequeño, nació cuando ella estaba por cumplir los 4.

Sus padres

Su padre en la juventud fue taxista, en esa época conoció a quien sería su esposa, misma que quedó embarazada a los pocos meses de conocerse. Él se aburría pronto de sus trabajos, además que no era de su agrado que lo mandaran, por lo que cambiaba de trabajo permanentemente, hasta que decidió poner su propio negocio dedicado a la reparación de aparatos eléctricos. Ante el fracaso por su inexperiencia e informalidad, decidió cambiarlo por el de compostura de bicicletas, pero al correr con la misma suerte, mudó nuevamente, por el de reparación de motocicletas.

La madre de Alondra era enfermera, la acababan de contratar en el hospital del ISSSTE cuando conoció a Pedro, su ahora esposo. Pensó que sería la mujer más feliz del mundo, ya que él era un joven amoroso y atento; sin embargo, solo lo conoció verdaderamente hasta que vivieron juntos, pues resultó ser mujeriego.

El destierro

Cuando Alondra nació, Pedro, su padre, tenía el taller de electrodomésticos en su casa; era un hombre que le gustaba contar historias, con las que entretenía a sus amigos y años después a sus hijos. Los primeros años de vida de la pequeña fue la consentida, hasta que llegó su hermano, Pedro, quien era el vivo retrato de su padre y el único de los hijos que heredó los ojos verdes de él. El bebé nació prematuro, por lo que requirió mayores cuidados, los cuales llevaron a la madre y al padre a retirarle atenciones a la hasta entonces consentida.

Alondra era una niña linda, pero al ver los cuidados que le brindaban al pequeño Pedro y al no saber qué sucedía, hizo la vivencia de que no era tan querida como su hermano, que no había sido tratada con tanto amor. Procuraba llamar la atención, realizaba preguntas como: ¿verdad que soy bonita?, ¿verdad que tengo ojos lindos?, ¿soy tu favorita, verdad papá?; su padre, que seguía siendo un hombre amoroso, la tomaba en brazos y le respondía que así era. Sin embargo, eso no lograba darle consuelo, pues ella no sentía que la miraban con los mismos ojos que tanto su padre como su madre lo hacían con el pequeño Pedro.

La vuelta de vida

Pasaron los años y Alondra comenzó a destacarse por su vivacidad, vanidad e inteligencia. Desarrolló un gusto por el baile y todo aquello que significara glamour. En la escuela se aprendía las clases de memoria y procuraba ser la más aplicada. En las reuniones familiares, buscaba la ocasión para levantarse en una silla y recitar el poema de: “Mis zapatitos me aprietan”, al cual le cambiaba el final según la ocasión. Al llegar a la secundaria algo le sucedió; las materias se le complicaban y bajó su promedio de excelencia, lo que no le importó mucho, pues era la favorita de algunos profesores y de sus compañeros. Amigas tuvo muy pocas, sentía le tenían envidia por ser bonita, pero esto también no le importaba.

Continuará el lunes…

¿Quieres saber más? Pide informes a los teléfonos 951 244 7006/951 285 3921 y ¡Hazte escuchar por un psicoanalista del INEIP A.C.!

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