Pasar al contenido principal
x

Grito infame

multitud-de-aficionados
Foto(s): Cortesía
Aleyda Ríos

Rafael Alfonso

La tribuna está encendida. La selección mexicana juega un partido de los llamados “moleros”, de esos que pronto pasarán al olvido por la irrelevancia del adversario. No hay mayor emoción, al final de una jugada, que esperar el despeje del portero rival. Cuando esto sucede, comienza a gestarse un “eeeeeeh” que culmina en un “¡puto!” que, sin deberla ni temerla, el portero visitante se lleva a casa.

La primera ocasión

Más o menos la historia del grito es la siguiente: Oswaldo Sánchez debutó con el equipo Atlas de Guadalajara. Tal fue su éxito como arquero de esta institución, que terminó por llamar la atención del club América. Al ser transferido manifestó su alegría por ser contratado por un equipo “grande”. Dichas declaraciones causaron mella en la afición atlista que lo vieron de regreso a su terruño, pero ahora con las chivas rayadas de Guadalajara. La primera vez que el arquero tapatío alineó en el arco de las chivas contra su exequipo, los aficionados del Atlas empezaron a molestarlo de manera espontánea, y cada vez que despejaba el balón le gritaban “puto” y el resto es historia. El grito infame llegó para quedarse, está presente en las porras de todos los clubes y en todos los estadios y, sobre todo, ha echado raíces en los juegos de la selección nacional.

Incomodar al portero rival con insultos está fuera de toda norma del fair play. Mucho se ha comentado a favor y en contra de las sanciones que la Federación Mexicana de Futbol ha recibido -y por lo visto seguirá recibiendo- a causa de este grito que se considera homofóbico al hacer referencia (aunque lejana) a una orientación sexual que el machismo exacerbado de la afición considera humillante.

La transformación en la colectividad. Dos perspectivas

Gustave Le Bon, en su libro “Psicología de las masas” nos ilustra acerca del comportamiento de los grandes grupos humanos. En primer lugar nos dice que, independientemente de su ideología, carácter o inteligencia, los hombres transformados en masa asumen una especie de “alma colectiva”. Esta masa es gobernada por el inconsciente, de forma que la personalidad de cada individuo se esfuma y con ella son abolidos no sólo la voluntad, sino también el discernimiento.

¿Por qué no se puede convencer con argumentos a la afición mexicana de cesar con esta práctica? La masa futbolera es categórica en sus juicios, autoritaria e intolerante. Esta falta de reflexión corresponde a lo que Le Bon declara: “Por el sólo hecho de formar parte de una multitud, el hombre desciende varios escalones en la escala de la civilización”.

Aún con su aguda observación, Le Bon no alcanza a explicar el por qué la masa tiene ese poder de seducción. Sigmund Freud, al retomar este problema en su propio libro “Psicología de las masas”, agrega un componente esencial para entender los fenómenos relacionados con las multitudes: la energía libidinal que se pone en juego cada vez que los humanos obramos en colectivo. Esto es particularmente adecuado para explicar las pasiones que despierta “el juego del hombre”, que en sí mismo es la sublimación de una serie de pulsiones sexuales, que encuentran en el grito infame, un cauce para ser desfogadas.

¿Quieres saber más? Pide informes a los teléfonos 951 244 7006/951 285 3921 y ¡Hazte escuchar por un psicoanalista del INEIP A.C.!

[email protected]

Noticias ¡Cerca de ti!

Conoce los servicios publicitarios que impulsarán tu marca a otro nivel.