Pasar al contenido principal
x

“Ella lo era todo para mí”: cuando la amistad se acaba

duelo_por_perder_amistad
Foto(s): Cortesía
Redacción

Luz Alejandra García Rodríguez*

 

Desde infantes hemos aprendido con base en la experiencia que somos seres sociales, esto a raíz de nuestras primeras experiencias de conexión con el exterior, que inicialmente se dan con adultos, ya sea en casa con nuestros padres, guarderías, casa de la abuelita o primeros años de escolaridad, en donde al conocer otros ambientes y de ser personas acostumbradas a recibir atención por parte de nuestros cuidadores o personas de seguridad.

A cierta edad comenzamos a relacionarnos con personas con necesidades iguales que nosotros, que, conforme vamos creciendo comenzamos a establecer nuestros primeros vínculos y afectos hacia alguien a quien en algún momento llamaremos amigo, amiga, amigue. 

Dependiendo de este tipo de interacción con el exterior, comenzaremos a crear nuestro mundo interno, identificaremos nuestras necesidades básicas y comenzaremos a dar nuestros primeros significados. Por lo que las relaciones interpersonales nos ayudarán a conocernos, saber quiénes somos, conocer que nos gusta o no, que permitimos, entre otros; en fin, nos ayudará a desarrollar mecanismos adaptativos y generar resiliencia ante la adversidad.

Por lo que, la amistad conforme vamos creciendo y dependiendo de la etapa de desarrollo en que nos encontremos, comienza a tener mayor relevancia en nuestra vida. No es lo mismo nuestra amiga del preescolar con la que compartíamos juegos, aprendimos a desaparecer o convertirnos con polvos mágicos en una mariposa, que aquel amigo o amiga de la secundaria a la que le contábamos cómo nos sentíamos, o quien nos gustaba o nuestra mejor amiga a los treinta años con la que puedo ir tranquilamente a tomar un café, ir a bailar, llorar un truene, festejar un divorcio o una renuncia laboral.

Conforme los lazos se incrementan y existen un sinfín de saberes, también comienzan a crecer expectativas e ideales acerca de lo que esperamos y deseamos de aquellos cómplices y compañeros de vida, proyectamos a futuro como nos vemos con él, ella o elle y de lo que esperamos en nuestra relación de amistad. 

Esto es una de las tantas cosas que hacen que un amigo, amiga o amigue, represente un apoyo invaluable, ya que se convierten en personas enriquecedoras y a su vez, se convierten en nuestro colchón ante las caídas, nuestros pepes grillos o nuestros mayores motivadores.

 

 

Algunos son el viaje y no el destino

Sin embargo, hay mejores amigos que son el viaje y no el destino (como cometas), que llegan a nuestra vida, disfrutamos su brillo y/o presencia y continúan su camino, en donde en ocasiones no es necesario que pase algo extraordinario, a veces el distanciamiento y la frialdad en las relaciones se dan sin dar aviso o alertarnos que algo está pasando o cambiando. 

Donde dependiendo del tipo de vínculo establecido, nos dejará un vacío, una punzada extraña en el cuerpo y un sin fin de preguntas sin contestar, que nos harán experimentar una cascada de emociones y sentimientos, y comenzaremos a vivir un duelo.

En donde regularmente al hablar de duelo, se suele relacionar el término con la muerte, sin embargo, las pérdidas son parte también de éste, ya que conllevan una desestructuración interna, ya que, perdemos una fuente de seguridad y afecto, sacudiendo nuestras expectativas, valores, creencias y esperanzas acerca de lo que pensábamos que conlleva la amistad.

Y sí, probablemente no hemos escuchado o leído mucho acerca de este duelo, que no es tan conocido, no se encuentra legitimizado, ni mucho menos expuesto, que puede llegar a doler y pesar tanto como la separación de una pareja. 

Esto puede deberse a que no existe tanta literatura o investigaciones acerca de las relaciones de amistad, en donde en el mundo actual es más fácil hablar de terapia de pareja que de terapia vincular de amigos. 

De acuerdo con Alba Payás, en su libro “Las tareas del duelo”, este tipo de duelo suele denominarse duelo desautorizado, ya que, como anteriormente lo mencionaba no pueden ser socialmente reconocidos, ni públicamente expresados, ya que no se permite, ni se les da el derecho a las personas de vivir su duelo, no existe apoyo del entorno y no cuentan con las facilidades que se proporcionan ante otras situaciones de duelo, ya que suelen ser invalidados y pueden etiquetarse cómo exagerados.

En donde el duelo desde una perspectiva humanista-existencial es un estado adaptativo, que propicia la creación de nuevos significados más amplios y maduros. Que nos permite reconsiderar y reconciliar las incongruencias de nuestros ideales de la amistad y convertirlos en experiencias más enriquecedoras y apegadas a la realidad, ya que en ocasiones nuestras demandas hacia los otros pueden llegar a ser romantizadas o intensas.

Entonces al hablar de la pérdida de una amistad, necesitamos cuidar nuestras buenas intenciones como acompañantes, ya que en ocasiones pueden propiciar o aumentar aquellos sentimientos de incomprensión, culpa y enojo, por parte del doliente, en donde podemos cuidar el decir frases como “mejor que te diste cuenta ahora que más tarde que no era un gran amigo”, “debe de ser un alivio para ti, el no tener a alguien así”, “y cómo es que no te diste cuenta, si luego se veía que…”, ya que son frases que en ocasiones pueden tener un efecto contrario y obstaculizar que la elaboración de la pérdida se lleve a cabo de manera fluida.

Las etapas del duelo

Se ha hablado mucho de las etapas acerca del duelo, siendo las más conocidas las de Elizabeth Kübler-Ross (1969), donde me gustaría enfatizar que no es la única autora que ha hablado del duelo, existen más contemporáneos y otros nombres de etapas dependiendo de cada autor, sin embargo, el duelo es algo propio, y puedes o no puedes pasar por alguna de las etapas que en ocasiones nos encontramos en redes sociales y eso no implica que estés elaborando tu duelo de forma inadecuada, al contrario cada uno de nosotros vivirá y reelaborará resignificando su pérdida tomando en cuenta nuestras características individuales y nuestros mecanismos de afrontamiento.

Por lo tanto, ¿qué puedo hacer si pierdo a mi mejor amigo, amiga o amigue? Inicialmente podemos permitir que las emociones fluyan, llorar si es necesario, buscar acompañamiento de los otros y fortalecer nuestra red de apoyo, la cual no necesariamente tiene que proporcionarnos frases motivadoras o alicientes, algunas veces el silencio y el acompañamiento pueden hacer maravillas ante este tipo de pérdidas.

Aunado a esto, podemos enfocarnos en lo que nos deja esta relación, en que cosas aprendimos, los momentos agradables y el permitir agradecer, cuando el duelo nos lo permita, el haber contado con la presencia de esta persona en nuestra vida, ya que, Si nos focalizamos en la parte de la desilusión, probablemente nos cueste pasar la hoja.

Y si en algún momento te cuesta afrontar la pérdida de una amiga, amigo o amigue, acércate a un profesional de la salud que cuente con la preparación necesaria para acompañarte en tu proceso, recuerda que cualquiera puede conocer acerca del duelo, sin embargo, sólo alguien con la preparación adecuada puede evaluar qué tipo de duelo presentas y establecer qué técnicas y estrategias dependiendo de la etapa en la que te encuentres te ayudarán a resignificar tu pérdida.

Y cabe resaltar, que ese proceso no hará que el duelo se desaparezca más rápido o deje de doler después de la primer sesión, sino que el acompañamiento terapéutico en el duelo te ayudará a que desde tus propias herramientas, elabores los mecanismos de afrontamiento necesarios y te permitas vivir la experiencia de la pérdida, validarla, legitimizarla y resignificarla.

* Psicóloga clínica egresada de la Universidad Mesoamericana.

Noticias ¡Cerca de ti!

Conoce los servicios publicitarios que impulsarán tu marca a otro nivel.