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El Día del Niñ@ y el olvido de nuestra historia

Foto(s): Cortesía
Aleyda Ríos

Alejandro José Ortiz Sampablo  Fotos: Cortesía de Unicef

Hoy, 30 de abril, es un buen día para reflexionar sobre la infancia y nuestros futuros ciudadanos del mundo. ¿Sabía amable lector, que México ha sido pionero respecto a iniciativas en materia de derechos humanos?

Para muestra un botón

Cuando la Asamblea General de la ONU aprobó la Declaración de los Derechos del Niño en 1959, decretando el Día Universal del Niño el 20 de noviembre, en México ya era oficial una celebración en este sentido. Lo anterior fue posible cuando un oaxaqueño, José Vasconcelos, era ministro de educación y Álvaro Obregón presidente de la república. En 1924 se acordó como oficial el 30 de abril para la celebración nacional del Día del Niño, con la intención de fomentar la fraternidad y comprensión hacía los niños, así como de promover actividades que abonarán a fortalecer sus derechos.

Cabe resaltar que para ese momento habían transcurrido pocos años de haber concluido el conflicto armado que conocemos como la Revolución Mexicana, y es a nuestro paisano a quien se le ocurre hacer de los profesores -principalmente de aquellos que atendían a las escuelas rurales- un ejército de paz. Inspirado en el sacrificio de los misioneros del periodo colonial, haría de cada profesor, un “apóstol de la educación”. En esos años se apoyó al trabajo de los maestros con la edición masiva de obras representativas del pensamiento occidental y europeo que fueron distribuidas a cada rincón del país y a las que José Vasconcelos no dudó en llamar “Misiones Culturales”. Las atrevidas ideas de este hombre se comprenden en su justa dimensión si tenemos presente nuestra historia.

El olvido

Hace unos días me disculpaba con una paciente al decirle que lamentaba no ser de gran ayuda para disminuir el dolor que la embargaba, más aún porque mi método terapéutico se basa en la premisa de intervención a partir de recabar información del paciente. Por esta razón no podría dejar de lado mi insistencia en hacerle confesar parte de su historia que, si bien, podría generar la idea de mantener o incluso aumentar el dolor de aquello que vive, pronto se percataría de que ello es una condición necesaria para su alivio. Algunos métodos terapéuticos se basan en la idea poco fundamentada en que habría que llevar al paciente a olvidar, por decirlo de alguna manera, a que no recuerde lo feo de su historia.

En contraste, como sociedad vivimos las consecuencias del olvido, no solo de nuestra historia como nación, sino también de la nuestra como personas de pleno derecho. En la vida adulta pareciera que perdemos conciencia de lo que implica ser niño; esto no depende del nivel educativo, pues todo ser humano cuenta con dicha experiencia, pero aún así se nos olvidan nuestros pensamientos, temores, ilusiones y anhelos de nuestra infancia. Así también, dejamos de lado ese empuje de energías desorganizadas que tiene que ser dominado para hacer posible el sostenimiento de la civilización; la educación es un intento de ello. Sin embargo, hoy en día, muchos padres dejamos a nuestros niños a merced de tal impulso.

¿Quieres saber más? Pide informes a los teléfonos 951 244 7006/951 285 3921 y ¡Hazte escuchar por un psicoanalista del INEIP A.C.!

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