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Cuentos del Doctor Lector

cubrebocas
Foto(s): Cortesía
Redacción

Lidia Negrete Esqueda

Tengo que jugar solo. Las personas en la calle se cubren la cara, solo les veo los ojos, como los bandidos en las películas del oeste.

–Escuché en la televisión y mi maestra nos dijo que la causa de esta enfermedad es un virus que vino desde China. Nos dicen que debemos estornudar y toser sobre el pliegue del codo, así como lavado de manos y cubrirnos la nariz y la boca.

 –Sí, Toño, debemos usar cubrebocas o mascarillas, recuerda que se debe cubrir bien nariz y boca hasta la barbilla, ya que al hablar se expulsan millones de partículas del virus, que como un ejército invisible entran por nuestra nariz con el aire que respiramos, invaden nuestros pulmones, todo nuestro cuerpo y nos provocan enfermedades; no las podemos ver, por eso es más peligroso; por ello no debemos tocarnos la cara ni los ojos, debemos protegernos. ¿Recuerdas que también platicamos con tu papá y nos dijo lo que debemos hacer?

–Sí mamá, es importante lavarnos las manos a cada rato con agua y jabón, ponernos gel para matar los virus y no contagiarnos. ¡Ah! y no tocarnos la cara con las manos sucias, ¡nunca!

 –No se te olvide que debemos evitar lugares donde hay muchas personas y conservar nuestra distancia, por eso se suspendieron clases. Ahora toma el libro que más te gusta y siéntate a leer junto a la ventana, es bueno respirar aire fresco y limpio.

Mi libro favorito trata sobre planetas y constelaciones; ¡cómo nos divertimos junto a mi papá mientras encontrábamos a Orión, la Osa Mayor, la Osa Menor y la Vía Láctea en las noches estrelladas! Por cierto, papá me prometió que para festejar mi cumpleaños nos llevaría al mar, donde en las noches, cuando no hay luna, se ven mejor las estrellas más brillantes o incluso como una lluvia.

–Mamá, ¿cuándo podremos ir a ver a mi papá?

–En cuanto nos den permiso de entrar, hijo.

No sé cuánto tiempo ha pasado desde el día en que papá llegó a casa muy pálido, cansado, con fiebre y con una tos que no lo dejaba dormir, tan fuerte como si fuera a arrojar los pulmones por la boca y que le cortaba la respiración. Cuando lo vi la última vez, hablaba con voz baja y cansada, no me dejó abrazarlo y se fue al hospital con mi mamá; desde entonces, solo hablamos con él por teléfono. ¡Cómo lo extraño!

Continuará el próximo lunes…

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