Azucena Delgado Ochoa
¿Por qué son tan estrictos mis papás? Preferiría que no me dieran tantas ocupaciones. Siempre me dicen que lo que hago en la noche, lo puedo hacer temprano. Yo prefiero hacerlo a la hora que quiera. No tengo ganas de levantarme, ni de dar gracias, ni de lavarme los dientes, ni de desayunar. Me volteo y me tapo la cabeza, viene a mi mente una estrategia para ganar otra vida. Me destapo rápido, veo la tablet en mi buró y me dirijo a prenderla. Antes de hacerlo, oigo la voz de mi papá:
—Carlitos, ¡vente a desayunar!
Mi papá se va temprano; si no desayuno con él, no lo veré en todo el día. No verlo me pone triste, ojalá pasara más tiempo conmigo. Me levanto casi arrastrándome y al llegar a la cocina, pienso que no di las gracias, ni me lavé los dientes. No importa, no se darán cuenta.
—Buenos días— dice mi papá.
—¿Por qué no te has ido? Nunca estas aquí. Ya no me acuerdo cómo eres de la cara— sale mi voz molesta.
—¿Qué tienes? ¿Por qué me contestas así? Solo te estoy dando los buenos días.
Estoy comiendo en silencio porque por dentro estoy enojado, de no ver tanto a mi papá. Me cansa que mi mamá me ponga a lavar los platos, me irrita que no me deje ver videos mientras como o que no me dejen comer todo lo que yo quiero, ni que dejen desvelarme. No quiero nada, no quiero decir los buenos días, ni platicar con nadie, solo jugar mis combates, solo así estoy feliz y no quiero que nadie me moleste.
Mi papá ya se fue. Mamá siempre está ocupada. Me gustaría tener hermanos para jugar; debe ser muy divertido. Aunque cuando íbamos a la escuela, mis amigos me decían que se peleaban con sus hermanos porque eran insoportables. Ojalá tuviera unos cinco para saber lo que se siente.
Pensándolo bien, me pedirían mis cosas y no me gustaría prestárselas, mi videojuego es lo único que me hace feliz, lo que hace que el tiempo sea corto y que no me sienta solo.
Continuará el próximo lunes…
