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Cuentos del Doctor Lector: La chamagosa

mujer-fumando
Foto(s): Cortesía
Alejandra López Martínez

Raúl Héctor Campa García // Primera de seis partes

CIUDAD OBREGÓN, Sonora.- Frecuentemente se le veía deambulando por una de las grandes calzadas de la Ciudad de México. Pasaba de los 50 años de edad; su piel, a pesar de su aspecto físico, delataba su probable origen sajón. De complexión delgada, blanca, cabello rubio maltratado, ojos azules, sucia vestimenta, pantalón y chaqueta de color café camuflaban su descuidado vestir. Su desaseo era evidente.

Sobre su espalda cargaba un morral, quién sabe qué contenía. Siempre se le encontraba en el mismo lugar sentada en cuclillas, meciéndose, su mirada perdida, sin rumbo; con un refresco de cola, por un lado. De vez en cuando movía los labios como si estuviera en un soliloquio. A pesar de su aspecto indigente, no pedía limosna.

Alguien se detenía a observarla, algo le llamaba la atención. Siempre la encontraba en el mismo lugar, a veces somnolienta, lo adivinaba por sus continuos bostezos, seguidos de un breve trago a la bebida de cola; quizás para que le durara más el contenido de la botella de 600 mililitros.

Una mañana, ese alguien la encontró, como era su costumbre, sentada en cuclillas, meciéndose y con su bebida, en su breve espacio, que ocupaba en una parte de la banqueta, bajo la sombra de un viejo árbol de tronco y brazos negruzcos por el tinte del smog de la gran ciudad. Ella extrajo del morral, una cajita de cartón que contenía las rectangulares cartas de una baraja.

El observador se acercó un poco más, a cierta distancia. La miró sacar de la cajita, una a una, las cartas de naipes. Las fue acomodando en el piso de concreto de la banqueta; haciendo una hilera de siete cartas, colocaba otras sobre cada una de las primeras, dejando a un lado la mitad de la baraja.

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