Pasar al contenido principal
x

Consultorio del alma: enmascarar el dolor y un recuerdo

hombre-llorando
Foto(s): Cortesía
Redacción

Alejandro José Ortiz Sampablo

Cada determinado tiempo recuerdo con nostalgia las visitas que, con motivo de la Brigada de Atención Psicoanalítica, realizábamos cada ocho días al Istmo de Tehuantepec, para atender las secuelas emocionales de los sismos de 2017. Arribábamos a eso de las seis de la mañana. Bajar del autobús y sentir el aire caliente que bañaba Juchitán de Zaragoza, para mí era una delicia. En esta ocasión, el recuerdo vino a mí a raíz de escuchar nuevamente una frase.

Como los machos

De niño me tocó escuchar la frase “Aguántese como los hombres” ante situaciones que pudieran provocar el llanto. Era muy pequeño, no me explicaba por qué tenía que aguantar mis ganas de llorar y sin embargo, al menos, lo intentaba.

Cuando acudimos al Istmo de Tehuantepec con la Brigada “¿Quién dice PSI?”, nuestro destino nos tenía preparado asentarnos en Asunción Ixtaltepec. A los pocos días de nuestra llegada, al caminar por aquellas calles con sus casas derruidas, nos encontramos a un señor entrado en años a quien le preguntamos cómo llegar a Cheguigo. Mi colega Fausta le comentó quiénes éramos y el motivo de nuestro viaje. Al conocer nuestro propósito, nos agradeció haber acudido a su pueblo. Al escuchar que nos dedicamos a atender la vida del alma y sus manifestaciones, nos preguntó: “¿Está bien llorar?”

Empezó a contarnos un poco de su historia, y cómo se sentía después que en menos de un minuto había perdido todo lo que construyó durante su vida: su casa y el taller de huaraches que era su única fuente de ingresos. Se lamentaba no contar con juventud, pues ya en su vejez no podría soportar las malpasadas de hambre ni los desvelos con los que construyó su patrimonio. Finalmente, esa tarde pudo llorar por sus pérdidas; minutos después, nos abrazó con mucho cariño y se despidió.

Lágrimas y alma

"Las lágrimas apaciguan las penas y limpian el alma", fue la frase que escuché hace unos días de alguien que por años no se ha permitido expresar su dolor, pues había considerado, hasta ese día, que llorar era de personas débiles y que jamás mostraría debilidad ante los otros; mantenerse incólume se convirtió así en una consigna desde pequeña.

El dolor ha acompañado a los seres humanos desde su aparición; su fragilidad ante el mundo siempre le ha representado algo a vencer, pues éste le muestra permanentemente lo endeble que es.

De antaño se creó la idea de que el llanto es signo de debilidad, ésta se vio reforzada por una cualidad de la constitución del alma. Una entidad de ella: el Yo, no soporta esa endeblez y procura, ante él mismo, negarla a toda costa para no perder su hegemonía. Es aquí donde encuentran alojo las ideologías que se proponen hacer un Yo fuerte, olvidándose que, en todo caso, se crea un Yo que enmascara el dolor.

Reflexión

Cuando una pena embarga a la persona, muchas veces no se permite resquebrajarse ante los otros, teniendo muchos motivos para ocultar su penar. En esos instantes no se percata de que dicha retención le pasará factura más adelante, eventualmente enfermando del cuerpo.

¿Quieres saber más?  Escúchanos este viernes en punto de las doce del día por: https://www.facebook.com/RadioUnivas. Pide informes a los teléfonos 951 244 7006/951 285 3921 y ¡Hazte escuchar por un psicoanalista del INEIP A.C.!

[email protected]

Noticias ¡Cerca de ti!

Conoce los servicios publicitarios que impulsarán tu marca a otro nivel.