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Consultorio del alma: cuenta conmigo

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Foto(s): Cortesía
Redacción

Por Alejandro José Ortiz Sampablo

El pasado jueves concluyó el seminario “El inicio de la práctica clínica”; la recta final estuvo dedicada a las dificultades que se oponen al ejercicio clínico por parte del propio terapeuta. Tema que consideré importante abordar en esta sección de “Consultorio del alma”, pues poco se habla de ello, principalmente porque, en los tratamientos psicológicos, quien observa es, él mismo, objeto de estudio.

Retomemos

En la primera nota aludí a cuatro de dichas dificultades: moral, cosmovisión, omnipotencia del pensamiento y perversión. Cuando un paciente acude a un tratamiento psicológico, lejos está de imaginar que quien le brindará la atención puede adolecer fuertemente de lo dicho. Si nos detenemos a observar detenidamente el comportamiento de los seres humanos, no resultará difícil encontrar esto que llamo “dificultades manifiestas” en las conductas de casi todos; por regla general, éstas —al menos más de una— se encuentran agravadas en quienes adolecen de un padecimiento nervioso.

La investigación psicoanalítica nos arroja que la moral, la cosmovisión, la omnipotencia del pensamiento y la perversión están ligadas a las formas de goce de cada individuo; es decir, son las modificaciones que realiza la entidad psíquica llamada Yo para alcanzar aquello que en él es un empuje incoercible —muy parecido al de la necesidad—, su satisfacción. De ahí la importancia que el psicólogo o psicoanalista tratante se someta a un proceso donde observe eso en él mismo, para que su método terapéutico no se vea perturbado. En este punto se les unen otras dos dificultades, la cobardía y la conveniencia. Por ello, amables lectores, muchas veces escucharán cómo los encargados de cada terapia psicológica hablan de las bondades de su tratamiento, nunca de las dificultades.

Iniciemos con la primera, la moral

Ésta, la moral, ha sido tergiversada por algunos colegas, pues toman a conveniencia el supuesto de que el Yo enferma por el conflicto que plantean las demandas internas (pulsionales) y el encuentro de estas con el mundo exterior, en este caso, la moral. He tenido la oportunidad de anoticiarme cómo algunos colegas proponen a sus pacientes como parte de su tratamiento, que se permitan el placer y que se alejen de cuanto displacer les depara, es decir, deducen que siendo la moral la que entristece al Yo —ya que le impide alcanzar eso que anhela—, habría que derribarla. No tomando en cuenta que tal propuesta está más cerca del cinismo que de la cura.

Un costo que la humanidad hubo de pagar al ingresar a lo que hoy es la civilización, fue renunciar a las tendencias primitivas, a tolerar la postergación de ellas o en determinadas situaciones a sublimarlas. Podemos deducir que todo ser humano posee moral, sin embargo, es el Yo quien modifica este hecho acorde a fines, como es el caso de los terapeutas que proponen lo dicho en el párrafo anterior; es decir, solo beneficios para el Yo.

Continuará el próximo lunes…

Pide informes a los teléfonos 951 244 7006/951 285 3921 y ¡Hazte escuchar por un psicoanalista del INEIP A.C.!

[email protected]

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