Pasar al contenido principal
x

Consultorio del alma. Cuenta conmigo: Violencia contra la mujer

Niña y niño peleando.
Foto(s): Cortesía
Luis Ángel Márquez

Fausta Ibáñez Ríos

 

Para iniciar la explicación, dejaré de lado por el momento algunos datos históricos, en relación a la violencia del hombre hacia la mujer; pues es necesario mencionar antes una característica que es propia de la especie humana; me refiero a la agresividad. Probablemente habrá quienes no converjan con esta idea y se vean en la necesidad de creer en la bondad inherente a la humanidad.

La agresividad

Sin embargo, consideré necesario no pasar por alto hacer énfasis en que las más de las veces uno puede tener actitudes o realizar conductas cargadas de agresión, algunas veces sin darnos cuenta, otras más justificándolas desde la propia conveniencia o percepción, así como también avalar la agresividad de otros, sin llegar a tomar conciencia que en nuestro interior constantemente se mueven fuerzas que desconocemos o nos parecen alejadas. En ocasiones, después de tener una conducta agresiva, poco después nos cae el veinte como decimos de manera coloquial; de esta manera surge el arrepentimiento y la culpa; aunque estos últimos afectos no siempre suelen aparecer.

Mirar hacia afuera

Quienes hemos estado bajo un tratamiento psicoanalítico por largo tiempo, podemos observar con mayor claridad las conductas agresivas, las propias y la ajenas; aunque como dice el dicho: “es más fácil observar la paja en el ojo ajeno”, sobre todo si se observa a alguien alejado de la familia o exista una animadversión; en el primer caso, porque la persona no está involucrada, en el segundo por obvias razones.

Primeras manifestaciones

Desde los primeros instantes de vida, los bebés comienzan a manifestar conductas como el llanto, la sonrisa, los pucheros, entre otras más. Es la madre la encargada de interpretarlas; si el bebé tiene hambre, dolor o desea continuar en su regazo. A medida que crecen, inician los llamados berrinches ante alguna imposición o prohibición de los padres; todo esto sucede tanto a niñas y niños; si sus conductas se vuelven frecuentes, a la madre y al padre les despiertan afectos, por regla general adversos, es de esperar que respondan de acuerdo a ellos.

Por ejemplo, si la mamá está estresada por demasiadas actividades, o porque se enojó con el esposo, puede ser que responda con agresión; al igual que le sucede a ella, le va a suceder al esposo o cualquier otro miembro de la familia, incluso entre hermanos. Y a medida que el círculo social del pequeño se extiende, dichas manifestaciones agresivas tenderá a repetirlas.

Si nos detenemos a observar la agresividad, esta forma parte de un impulso que va acompañado de otros afectos, además de ser inherente de nuestra constitución psíquica, independientemente del sexo. Habrá de tomar en cuenta que la agresividad, al ser parte importante de la vida anímica, también impulsa la vida, en contraparte de su polaridad, la muerte.

Continuará el próximo lunes…

¿Quieres saber más? Pide informes a los teléfonos 951 244 7006/951 285 3921 y ¡Hazte escuchar por un psicoanalista del INEIP A.C.!

[email protected]

Noticias ¡Cerca de ti!

Conoce los servicios publicitarios que impulsarán tu marca a otro nivel.