Por Alejandro José Ortiz Sampablo
Para quien es madre o padre, las dificultades y retos que se afrontan con los hijos, muchas veces son motivo de un quebradero de cabeza, y encontrar la solución requiere un sinnúmero de acciones. Factores como: lo que representa el hijo, la moral y la ideología introyectadas y la experiencia que los padres vivieron cuando ellos mismos fueron hijos cobran un valor determinante al momento de implementar una estrategia. Por lo general, es en lo anterior donde encuentra cobijo la fuerza que se opondrá a la solución.
Un problema actual
En la actualidad, es común por parte de maestras o autoridades de las escuelas sugerir a los padres llevar al hijo al psicólogo cuando consideran que el alumno presenta un “problema de conducta”. Eventualmente, si no encuentran solución, terminan por medicarlo.
Una queja común es que el hijo no respeta reglas o no obedece indicaciones y que, en muchos casos, al no dar al niño lo que desea, éste llega a ser grosero y en casos extremos, los berrinches alcanzan una intensidad considerable. En ocasiones, los padres no encuentran explicación a lo que sucede, pues eventualmente, mencionarán que a su hijo no le ha hecho falta nada, que han procurado brindarle todo lo necesario para su educación; actitud que les impide a los padres advertir el origen del problema.
Por lo general, los padres que acuden a mi consultorio, una vez que han explicado el problema, esperan que haga pasar al niño. Hasta ese momento se enteran, que para crear la solución será primordial encontrar cómo se originó aquello que los aqueja; también toma relevancia lo dicho hasta esos instantes, pues habrán entregado los primeros atisbos de la relación que tienen con el hijo en cuestión.
Los padres no se percatan que el factor más importante en la solución se encuentra en su vida interna, ya que el actuar de su hijo es el resultado del encuentro entre el empuje de los anhelos de este, con los conflictos psíquicos —resueltos desde lo infantil— que viven en los padres.
Los conflictos psíquicos infantiles
Para muchos, llamará la atención esta manera de nombrar algunas manifestaciones de la vida adulta. Es fácil observar cómo la conducta del adulto está regida, al igual que la del niño, por el principio de placer-displacer, nacido de la tendencia biológica del aparato anímico (mantenerse exento de estímulo). Sin embargo, es el adulto al hacer uso de su status, que intentará restringir dicho empuje de quien está a su merced, el hijo; o en su defecto, dará paso libre a la mencionada tendencia. Generalmente, los padres pierden de vista que fueron ellos quienes no prestaron atención a ciertas conductas tempranas del hijo, sino hasta que estas significaron una incomodidad.
Cuando los padres hablan en nuestro consultorio, aparecen aquellas situaciones que los enajenaron de lo que acontecía con su hijo y cómo, al igual que él, rechazan aquello que les provoca displacer o se entregan a experiencias de gozo sin límite.
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