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Consultorio del alma: cuenta conmigo | La mujer: incógnita por resolver, segunda de tres partes

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Foto(s): Cortesía
Redacción

Alejandro José Ortiz Sampablo
 

Para quienes nos interesamos en el campo de la investigación, una exigencia que se nos impone es la de prestar docilidad, pues en ocasiones, lo observado se contrapondrá a ideas preconcebidas. Tratándose del fenómeno psíquico dicha exigencia es mayor, pues el objeto de estudio es el mismo quien observa, por lo que, eventualmente, resulta perturbador encontrar explicaciones que le rompen ilusiones al Yo, ilusiones que son pilares de ideales como el amor, la equidad, la madre, el padre, la familia y él mismo, entre otros.

De la fisiología a lo psíquico

En la nota anterior, dejé pendiente desarrollar el tema de la eficacia acorde a fines. Para comprender este término es necesario desprendernos de toda idea moral, pues de no ser así, será imposible elucidar en su justa dimensión fenómenos humanos como la autodestrucción. Por otra parte, es importante mencionar una información que se desconoce de las teorías forjadas por Sigmund Freud, el creador del Psicoanálisis, respecto de lo que las antecede.

Algunos queridos lectores sabrán que Freud era médico neurólogo, pero muy pocos conocen que, antes de que comenzara a investigar y a postular teorías sobre el mundo de los fenómenos psicológicos, desarrolló un número considerable de investigaciones en fisiología, en específico del sistema nervioso, a las cuales se puede consultar. De ellas es posible recoger la seriedad con la que un joven Freud abordó dichas investigaciones.

A partir de dichos trabajos se desprendieron años más tarde dos principios que son fundamento en la explicación de los fenómenos psíquicos, me refiero al “Principio de constancia” y el “Principio de placer-displacer”, más conocido por su nombre corto: “Principio de placer”.

Del primer principio mencionado, podemos observar su mecanismo en nuestra vida cotidiana, aunque antecede a lo psíquico, muchas de nuestras conductas adultas reciben su herencia. Somos por lo general los varones quienes adolecemos y hacemos padecer a otros con dicha herencia del principio de constancia. Este alude a que el organismo originariamente pretende mantenerse exento de estímulo y que es el sistema nervioso, con su mecanismo del arco reflejo, el encargado de lograr dicho fin. Como dije, es fácil observar el fenómeno psíquico que se decanta de este principio.

Un ejemplo

Imaginemos a una pareja de hombre y mujer con algún tiempo de vida en matrimonio. Algunos podrán decirme “¡Ya sé hacia dónde se dirige, señor psicoanalista!” A nuestro buen hombre llenémoslo de cualidades, cercanas a la realidad. Le gusta el futbol, lo juega y sigue los torneos, no se pierde partido de su equipo al que sigue desde la infancia, el América. Le gusta su trabajo, es programador y profesor de computación en el nivel medio superior. Ahora pasemos a dibujar una circunstancia cotidiana, de fin de semana, donde su esposa lo requiere para realizar una actividad para el bien común, las compras del supermercado.

Un domingo por la tarde, día en que sus adoradas Águilas jugarán con su acérrimo rival, las Chivas, y ocurre que a su amada esposa se le antojó hacer el super, como si no hubiese otro día y hora para hacerlo. He de mencionar que lo narro de tal manera, porque esta es la forma como nuestro buen hombre lo va a vivir, adjudicándole a su amada un cálculo o una mala fe, incluso puede llegar a pensar que lo hace para arruinarle su momento de esparcimiento.

Continuará el próximo sábado…

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