Alejandro José Ortiz Sampablo
De pequeño escuché, en varias ocasiones, la expresión que alude a la sabiduría de la naturaleza. Hace un par de semanas, mi colega Rafael me comentó una anécdota de unas personas que sembraron maguey en sus terrenos, ubicados en una región del Istmo de Tehuantepec. El tiempo transcurrió y los magueyes se desarrollaron, hermosamente grandes. Al cumplirse el plazo, en el cual se suponía estarían listos para la producción de mezcal, se percataron de que la piña era demasiado pequeña.
La sabiduría de la naturaleza vs capricho humano
El maestro mezcalero que contrataron les comentó que era de esperarse que eso sucediera, que de haberlo consultado antes de sembrar, él les hubiese desaconsejado hacerlo en aquél lugar, pues, efectivamente es una tierra fértil, pero para otro tipo de plantas y árboles; pero que el maguey necesita un tipo de tierra que lo someta a un estrés, al cual no fueron sometidos de modo que las piñas eran inadecuadas para el fin al que las habían destinado.
Otro ejemplo del mundo botánico son las orquídeas. Estas requieren un cuidado específico, demandan un riego y un sustrato particular y, cada determinado tiempo, un preparado que alimente sus raíces. Pero habremos de tomar en cuenta que las orquídeas que tenemos en casa han sido modificadas genéticamente, pues hemos de deducir que en su hábitat natural no requieren de tantos mimos.
Al parecer, a los padres modernos se nos ha olvidado de dónde procedemos, que somos un animal mamífero, entre muchos otros. Podríamos decir que, a través del tiempo, nos ha acontecido lo de las orquídeas que tenemos en casa, y no como resultado de modificaciones genéticas, hoy parece que nuestros hijos requieren más cuidados y mimos. Que no les toque el sol, que no se trasladen solos de la casa a la escuela; en algunos casos hay padres que exigen a los profesores menos rigor en la demanda de tareas; supongo que puedo hacer un largo listado de todo aquello que nosotros como padres no queremos que vivan nuestros vástagos; algunas situaciones, incluso, rayan en lo absurdo.
Moralidad moderna
En muchas ocasiones he mencionado que vivimos en una época moralista, pero dicha expresión es imprecisa, pues toda época tiene su propia moral contextual, pero lo que caracteriza a la actual es que pretende hipócritamente no serlo. Una consecuencia de ello es el trato que se le ha dado a ciertos vocablos, en este caso el llamado estrés. Pero si un campo del saber es responsable de esto, es la Psicología, o mejor dicho muchos psicólogos, que se erigieron como gurús, sin tener la menor idea de las leyes a las que obedece la vida psíquica.
Si observamos con detenimiento la vida cotidiana, nos percataremos de que vivir en estrés al parecer es propio de la llamada vida, de su dinamismo. Pretender que nuestros hijos no estén sometidos a él es absurdo, intentemos brindarles las herramientas con las cuales sepan tramitarlo de una manera distinta a como lo hacen, que eventualmente es con angustia.
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