Alejandro José Ortiz Sampablo
En la clínica psicoanalítica es común atender a pacientes jóvenes, quienes dependen económicamente de sus padres. En algunos casos, es el hijo quien le pide a sus progenitores la atención psicológica; en otros, son los padres quienes, por la preocupación ante lo que presenta el joven, buscan ayuda profesional.
¿Depresión?
Entre los motivos por los que los jóvenes solicitan consulta sobresalen dos: la pérdida de interés por la vida —lo que nombran ellos como depresión— y las ganas de no querer vivir. Otro fenómeno que aparece, por lo general más en mujeres, es lo que se conoce como cutting o también llamado self injury o risuka, que son cortes en la piel de manera intencional, sin que ello implique el propósito de que la joven atente contra su vida.
En algunas notas he mencionado que, para fines explicativos, utilizo el título de investigador del alma al referirme a quienes nos dedicamos al Psicoanálisis, pues el arduo trabajo que realizamos implica recoger la información necesaria —es decir, los psicoanalistas nos encargamos de conseguir las confesiones del paciente— para que a partir de ellas logremos sustituir el conocimiento de causa del fenómeno psíquico. Es de esperarse, entonces, que gracias a la información obtenida podamos, junto con el paciente, interpretar las exteriorizaciones de su vida interna (psíquica).
Así que cuando recibimos al joven, lo exhortamos a que nos cuente lo que le acontece, tarea que de inicio no implica mayor trabajo. No profundizaré en el método; lo que quiero resaltar es un fenómeno que sobresale en dichos casos, que es la ineficacia con la que los jóvenes enfrentan las dificultades que la vida les presenta. Me serviré de una analogía para ejemplificarlo.
Sin herramientas para la vida
Imaginemos que nuestro joven tiene la necesidad de cambiar el tanque de gas L.P. que suministra a la estufa y cuenta con una pinza mecánica (una muy buena pinza mecánica), pues es la herramienta que conoce, y cada que se termina el gas, es el mismo batallar para aflojar la tuerca. Pasado un tiempo, conocerá dos herramientas maravillosas, la llave stilson y la llave perica, las dos eficientes, pero no las más adecuadas. Mientras una lastimará al paso del tiempo la tuerca —ya que esta es de un metal suave, el bronce—, la segunda terminará por barrerla, es decir, la tuerca perderá las esquinas, necesarias para el agarre. Hoy en el mercado venden llaves especiales para aflojar y apretar el conector del tanque de gas, pero una llave española de 7/8 de pulgada, sigue siendo la herramienta más adecuada para dicha tarea, información que pocas personas conocen.
Por razones que no desarrollaré en esta nota, a los jóvenes de este siglo no les estamos brindando las herramientas para afrontar la vida. Agreguemos que hoy existe confusión al respecto de ciertos términos; los adultos hemos fomentado la pereza y desidia en nuestros hijos, y muchos padres han optado por creer en uno de los amos de esta época, los laboratorios, quienes dictan los cánones de lo que es enfermedad, los llamados trastornos. Para muchos padres es preferible creer en el diagnóstico de depresión, que darse a la tarea de observar la historia y relación con su hijo, donde seguramente descubrirán cómo han contribuido en el mal que lo aqueja.
Continuará el próximo sábado…
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