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Consultorio del alma: cuenta conmigo | La fortuna del recordar: Fragmentos de mi formación como psicoanalista

Alejandro-José -Ortiz-Sampablo1
Foto(s): Cortesía
Redacción

Alejandro José Ortiz Sampablo

Semanas atrás, un paciente me hizo recordar las etapas —si pudiese nombrarlas así— que he vivido desde que conocí el Psicoanálisis, que fue cuando acababa de cumplir mis 18 años de edad. Al tomar asiento, iniciada la sesión, me realizó una pregunta. Había reflexionado sobre el joven que fue y un momento particular de su vida: ¿Qué le hubiese dicho y cuál hubiese sido la dirección del tratamiento?

Tiempo y versiones de uno mismo

La respuesta que le brindé no la desarrollaré, pero al finalizar mi día de trabajo continué con las ocurrencias que no pude desarrollar en ese momento, las cuales sí les puedo compartir. La primera que vino a mi mente fue la siguiente: Al imaginar que ese joven se hubiese encontrado con el psicoanalista que hoy soy —no el de hace 10 años, no el de hace 20 o el que iniciaba la práctica psicoanalítica—,  y al tener información pertinente que el paciente me ha proporcionado, crear la respuesta no me resultó tarea difícil. Sin embargo, no fue lo mismo en cuanto a la noción de qué rumbo tomarían las respuestas que hubiese proporcionado cualquiera de los psicoanalistas que he sido al paso de los años, pero sin duda algo es seguro, cada uno hubiese hecho cosas distintas al actual.

Me permití recordar los tres procesos psicoanalíticos que viví, así como las primeras reuniones de estudio a las que acudí; estas fueron con un grupo de psicoanalistas que realizaba el comentario de texto de “La interpretación de los sueños”, escrito por Sigmund Freud a finales del 1899. Fue una experiencia inédita, pues los sueños eran acontecimientos que me habían intrigado desde pequeño, y las respuestas que encontré hasta ese entonces no me convencían de manera alguna.

El comienzo

A las pocas semanas de esos encuentros comencé mi primer tratamiento con el psicoanalista que dirigía el grupo, el cual duró poco más de 9 años. Recuerdo la sala de espera, el pasillo por el cual se llegaba al consultorio y la sonrisa con la que mi analista me recibía en ocasiones. Así mismo, logré evocar varios de los conflictos que pude resolver. Para quienes son ajenos al Psicoanálisis, podrá parecerles mucho tiempo —y miren que hablamos solo del primer proceso—; para los que sabemos de los vericuetos del alma, sabemos que es poco.

Días antes de llegar con aquel grupo de analistas, no tenía la menor idea de que existía un método de investigación de nuestra vida interna; mi mundo eran las herramientas, aquellas que tienen que ver con la reparación de autos y maquinaria. Podría atreverme a decir que no vivía más que con aquellos conflictos del día a día, sin imaginar que estos son el resultado de un sinnúmero de procesos de pensamiento.

Continuará el próximo sábado…

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