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Consultorio del Alma, cuenta conmigo: De la moral al ocultamiento

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Foto(s): Cortesía
Redacción

Alejandro José Ortiz Sampablo

 

“Las pantallas son realmente algo  muy complejo y con unas consecuencias espeluznantes…” menciona Tamara Chubarovsky en el video que hemos estado comentando en esta serie, sin decir en dónde se encuentra lo complejo ni lo espeluznante; solo nos remite al libro “Niños pantalla”, escrito por un experto en adicciones y que nos describe el efecto que las pantallas digitales producen.

Una etiqueta que distrae del verdadero problema

La experta menciona que el autor habla mucho del mito de las “pantallas educativas” y que afirma que no hay programas educativos de este tipo, que es todo un negocio; además, que en ninguna escuela debería haber pantallas, menos aún en las infantiles. Supongo que muchos estaremos de acuerdo con la voz de la experta, sin embargo, también es un punto debatible, pues tendremos que observarlo desde varios ángulos, para no identificar en las pantallas el origen del problema de lo que ella llama “Síndrome del Niño Empantallado”.

“Por los conocimientos básicos que tenemos del desarrollo del niño, nos damos cuenta de la interferencia que tienen…” dice la experta, y he de mencionar que me costó trabajo comprender esta frase, pues en el contexto de lo que dice, permite que el receptor complemente la idea… ¿interferencia en qué? Posteriormente menciona que durante aquella semana había atendido a tres niños (menores de tres años) con características muy similares: falta de atención y dificultades de lenguaje, quienes ya estaban enganchados con las pantallas.

Chubarovsky dice que, de manera humorística, acuñó el “Síndrome del Niño Apantallado”; ahora mismo pienso: ¿por qué la insistencia de etiquetar a los pequeños, cuando ella misma dirá, que el problema no es de quien recibe, sino de quien da? La experta continúa en este tenor: “si uno quiere garantizar que un niño salga de su eje, que no conecte con su propósito de vida, que no conecte con su esencia, dale comida chatarra y mucha pantalla”. Esta sentencia “pega duro y al cerebro”; empero, no por el hecho de que sea contundente significa que sea verdad, pues en ella hay puntos en falso, principalmente al descansar sobre ideales morales, el primero, el que alude al propósito de vida, y el segundo, el de la esencia de esta. Respondamos a este último.

¿Cuál es la esencia de un niño?

Al respecto podríamos ensayar varias respuestas, pero posiblemente nos suceda lo mismo que la especialista: dejarnos llevar por aquello que deseamos que sea.

Para fines explicativos, será mejor cambiar la palabra esencia (que no nos viene bien para hablar de algo humano) por la de tendencia. La Biología nos dice, que todo organismo responde al sistema del arco reflejo, el cual permite originariamente al ser vivo descargar, vía la motilidad, cualquier estímulo; sin embargo, esto no siempre dará resultado, pues hay estímulos de los cuales no puede huir, es decir, ante los cuales la acción muscular no funciona. Lo anterior lleva al organismo a evolucionar dado que, prontamente, crea memoria y descubre experiencias en su fracaso de huida de estímulos; a estas experiencias las llamaremos, de placer y displacer.

Así, la tendencia del organismo no solo será quedar exento de estímulo, sino que ahora tendrá el agregado de alcanzar experiencias de placer, y de evitar el displacer. Con esto último, se responde el primer ideal moral puesto en la frase, el del sentido de la vida, y esto me permitirá elucidar en dónde se ancla el origen del problema de la adicción por las pantallas digitales, tanto en niños como en adultos.

Continuará el sábado…

¿Quieres saber más? Pide informes a los teléfonos 951 244 7006/951 285 3921 y ¡Hazte escuchar por un psicoanalista del INEIP A.C.!

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