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Consultorio del alma: cuenta conmigo | Cuentos e imaginación

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Foto(s): Cortesía
Redacción

Rosa Angélica Raymundo Hernández 

Mientras mi abuela, en su labor de modista, confeccionaba la ropa con las telas llevadas por sus conocidas, solía relatarme cuentos. Ella decía que se los había grabado desde niña. Recordaba tener 11 años de edad en 1922, cuando vivió en Salina Cruz, Oaxaca. Allá tuvo una amiga, una niña a quien sus padres sí enviaban a la escuela, mientras mi abue no tuvo la posibilidad de estudiar. Sin embargo, en las tardes, aquella niña le leía cuentos de un librito que tenía.

Un gran amor

Admiré muchas cualidades de mi abue Reyna; una de ellas era que recordaba los relatos con claridad, aun cuando ya habían pasado alrededor de 64 años de haberlos escuchado. 

Con amor, elaboraba las prendas que le pedían. Asimismo, cuando preparaba sus ingredientes para hacer sus tablillas de chocolate, siempre platicaba. A mí me encantaba escuchar las entonaciones de su voz que iban de acuerdo con la temática del momento, matizadas con expresiones graciosas y no faltaban los chistes con picardía. Por lo general había una moraleja al finalizar el cuento. El día en su compañía se hacía corto colaborando al mismo tiempo en algunos quehaceres pendientes; vivencias de gran valía que guardo y aprecio.

Memoria y herencia

Los relatos los platicaba con detalles y ahora me doy cuenta de que ella, sin proponérselo, me ayudó a desplegar la imaginación, pues en su casa lo interesante no eran los juguetes, sino estar conversando y hacerle preguntas que provenían de las escenas que permanecían frescas en mi pensamiento.

Me asombra que mi abuela procurara ilustrarnos con sus narraciones; ejercía una enseñanza empírica que obtuvo sin haber asistido a la escuela y transmitía de manera natural. Quienes prestamos oídos a sus relatos, los contábamos a otros niños en las convivencias.

Tradición que se pierde paulatinamente

Actualmente, en los niños, la costumbre de reunirse para contar cuentos, adivinanzas o chistes transmitidos por los adultos ha disminuido. Ahora, las pantallas de televisión y otros dispositivos electrónicos que ofrecen de forma inmediata imágenes e historias, han tomado el lugar de leer cuentos y libros. Esto poco invita a estimular la atención, la memoria y la escucha; así como a la elaboración de representaciones mentales como la imaginación. Motivar a la creatividad desde este punto, parece no importar tanto porque ya se encuentran puestos en su mayor parte los contenidos de los programas en los medios de comunicación y redes sociales.

Por esta razón, pienso que esta anécdota tal vez pueda hacer recordar experiencias similares para compartir, o bien, sirva para buscar formas de auxiliar y favorecer el aprendizaje e interacción de los adultos hacia las niñas y los niños a la par del aprendizaje digital.

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