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Consultorio del alma: cuenta conmigo, Apalabrar no basta

Foto(s): Cortesía
Redacción

Fausta Ibáñez Ríos

Mi encuentro con el Psicoanálisis ocurrió un año antes de terminar la carrera de Psicología Familiar, ya que el requisito, en ese entonces, era acudir a terapia por lo menos una vez al mes durante un año.

Mi encuentro con el Psicoanálisis

Para cumplir con este requisito tomé la decisión de acudir con un psicoanalista, entusiasmada por las materias de Psicología del pensamiento y Psicología de las relaciones de pareja, cuyos profesores nos dieron, como material de lectura, algunos artículos de Sigmund Freud. Desde el inicio, dichos textos me cautivaron, ya que en la vida cotidiana con mis hijos —en ese entonces, pequeños— observaba lo que Freud mencionaba en sus textos. Recuerdo que acudí a mi primera sesión, temerosa, al no saber lo que ocurriría, aunque también entusiasmada, al pensar que resolvería mis conflictos existenciales.

Las primeras sesiones me hicieron sentir bien, pues, aunque me costaba mucho trabajo hablar de mis problemas, por fin sentí que alguien me escuchaba. Ver el consultorio lleno de libros era un elemento más que me significó mucho. En ese momento no sabía que la transferencia ya estaba dada, sólo que ahora tenía un depositario de carne y hueso. Ahora sé que quien mantuvo ese tratamiento a flote, fue el amor que le he tenido al Psicoanálisis y a Sigmund Freud.

“Apalabre, linda”

Aún recuerdo esa frase que le escuchaba decir en casi todas mis sesiones a quien, en ese entonces consideraba psicoanalista. Por cierto, era la frase que utilizaba al parecer con todas sus pacientes; lo supe porque atendió a algunas personas cercanas, a quienes escuché mofarse de ese dicho.

Yo sabía que la regla básica en el Psicoanálisis es: “dígalo todo sin omitir nada, por penoso o insignificante que parezca; todo tiene que pasar por la palabra”. En ese entonces desconocía en gran parte la teoría psicoanalítica y la finura que el psicoanalista debe poseer para extraer lo que el analizante no dice. Ya que en el transcurso del tratamiento, la persona del psicoanalista despierta en el paciente un cúmulo de pensamientos y principalmente afectos muy intensos.

Años después me enteré de que el “apalabre linda” de este sujeto, tenía otra función: seducir a sus pacientes.

Material de tratamiento

No basta con que el paciente pase a la palabra todo aquello que se le ocurra, ni todo sentimiento o emoción que le despierte el psicoanalista, ya que éste debe crear el método de tratamiento y guiarlo.

Un material, que las más de las veces no se toma en cuenta, son los pensamientos que durante el decir del paciente no son extraídos por el psicoanalista. Este es el material más rico en contenido para el análisis.

Por una cuestión de lógica, nadie puede guiar a otro por caminos que no ha transitado, más aún cuando el que se nombra psicoanalista no ha conciliado el empuje de su vida interna con el mundo exterior; dicho de otra manera, cuando se entrega al placer sin considerar al otro.

Al paso del tiempo, he descubierto que ser psicoanalista va más allá de los propios anhelos. Implica, principalmente, la renuncia a dejarse dominar por lo que, en el campo psicoanalítico, nombramos pulsión, ya que tenemos en nuestras manos lo más exquisito del universo, la vida anímica del paciente.

¿Quieres saber más? ¡Acércate a nosotros y pregunta por nuestras asesorías de manera gratuita! Pide informes y ¡Hazte escuchar por un psicoanalista del INEIP A.C.!

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