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Consultorio del Alma: actos de desamor

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Foto(s): Cortesía
Luis Ángel Márquez

Jesús Antonio Martínez Carrasco

 

Amar es dar lo que no se tiene a alguien que no lo es.

Jacques Lacan

 

Lucas era un joven con un cuarto de siglo sobre su espalda. Testarudo, entusiasta, mezquino y mimado por sus padres que pertenecían a la clase media alta. Tenía dos actividades que eran su pasión: el trabajo y rodar en motocicleta.

El mes pasado se encontraba en una de las avenidas principales de la ciudad, esperaba que el semáforo cambiara a verde. Estaba extasiado, parecía niño chiquito con juguete nuevo, montaba un caballo de acero deportivo de 1200 cc; mientras esperaba el siga, mandaba besos a su esposa Dora e hija que lo veían del otro lado de la acera, como amagaba con salir velozmente. El cambio de luces indicó la partida; en 5 segundos, él ya viajaba a 70 km/h; en 10, el estruendo marcó el deceso de Lucas.

La demanda de amor

Dora se había casado con Lucas hace un lustro, mientras estudiaba el tercer semestre de Arquitectura. Inicialmente, sus padres se oponían a tal hecho; sin embargo, cedieron al enterarse que ella llevaba descendencia en el vientre. Era un acontecimiento que Dora deseaba y había buscado.

Días anteriores a la boda, Dora le pidió a Lucas que siguieran una tradición que los prometidos en su familia honraban cuando se desposaban. La costumbre dictaba que el novio debía portar un par de mancuernillas azules y la novia alguna joya del mismo color; esta práctica simbolizaba felicidad y amor duradero.

El día de sus nupcias, ella se encontraba resplandeciente y dichosa; su felicidad contagiaba a todos los invitados que se habían congregado gustosamente. En el transcurso de la celebración religiosa, Dora descubrió que él había desdeñado la petición; el cabreo lo encubrió perfectamente con sus ojos de pistola que le lanzaban balas cada vez que lo veía.

Consagración y desventura

La gestación de la primogénita de Lucas fue algo imprevisto; él siempre pensaba en terminar su carrera y tomar un año sabático para así recorrer algunos países que había tatuado en su mente y el cual cambiaba con frecuencia.

Cuando Dora le preguntó qué nombre le pondrían a la bebé, él únicamente encogió los hombros y se limitó a decirle que podría ponerle el nombre de su madre. Ella se rehusó tajantemente, porque su futura suegra no era una mujer de su agrado. Finalmente, Dora decidió ponerle Isabella, en honor a su personaje favorito de la saga de Crepúsculo.

Isabella nació un sábado 4 de abril a las 7:45 de la noche. Antes de partir de casa, Dora llamó por teléfono a Lucas para que la llevara al hospital; él se encontraba a un par de horas de la ciudad, había ido a una rodada con un grupo de amigos. Él contestó la llamada con animadversión, pero finalmente acudió. Después de la llegada de Lucas a casa, los dos se dirigieron al hospital. El nacimiento de la pequeña fue la consagración para una y la desventura para el otro. Cuando Lucas la vio por primera vez, la llamó por el nombre de su madre, pero Dora le recriminó que su nombre era Isabella.

¿Quieres saber más? Pide informes a los teléfonos 951 244 7006/951 285 3921 y ¡Hazte escuchar por un psicoanalista del INEIP A.C.!

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