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Ante la adversidad: ¿viejas costumbres o nuevo horizonte?

Foto(s): Cortesía
Aleyda Ríos

Alejandro José Ortiz Sampablo

Esta semana que está por concluir, para nosotros dentro del Instituto marca el inicio de un nuevo camino, y a pesar de que estamos acostumbrados a los giros de la vida -esperados e inesperados-, siempre nos significan emocionantes retos.

A los cambios, por regla general los acompañan grandes cargas de trabajo; en esta ocasión, no es la excepción. En la noche del jueves, al concluir el seminario dedicado a la clínica psicoanalítica, tenía actividades por realizar, entre ellas escribir la presente nota, que habré de mencionar, correspondía la continuación de la serie “Novela psíquica, una explicación a las crisis emocionales. Ello, yo y superyo”; sin embargo, es un tema que me exige mayor concentración por así decirlo.

Un amable gesto siempre nos rescata

Rafael, sabedor de lo que implica la situación de cambio que afrontamos, me comentó: "tengo algo escrito de una vivencia del día de hoy, ¿por qué no escribimos una nota a dos manos?" La propuesta me resultó interesante, pero no sabría cómo hacerla, la primera dificultad la hallaba en la manera de dar crédito a cada autor; pero al igual que en muchas ocasiones me sucede, simplemente me eché a andar. Al avanzar, me percaté que lo escrito por Rafael guarda estrecha relación con la justificación que acabo de brindarles, esta es, sobre la disposición psíquica que los seres humanos adoptamos ante la adversidad. El fragmento que les comento es el siguiente:

"Hoy, día 9 del mes, el conductor de nuestro autobús renunció a llevarnos a nuestro destino. Le avisaron que algunos kilómetros adelante había un bloqueo, así que optó por devolvernos el importe de nuestro viaje y bajarnos de la unidad antes de adentrarse en las dificultades y los riesgos que implica toparse con un grupo de inconformes en nuestra amada ciudad.

"El punto de reflexión es: ¿qué hace un sujeto cuando se encuentra ante una tarea sin sentido y que sin embargo debe cumplir? El chofer, investido como responsable de llevarnos a nuestro destino, consideró que no podría cumplir con el cometido y tomó, quizá la decisión más sensata o quizá la más cómoda. Menos mal que no estábamos en despoblado. No nos fue difícil encontrar otro transporte que sí nos ofrecía llegar. Y, aunque la circunstancia supongo que era la misma, este segundo operador buscaría la forma de aproximarnos lo más posible a nuestro destino".

Los privilegios del análisis

Dentro del campo psicoanalítico estamos acostumbrados a someter a el análisis las distintas disposiciones psíquicas que los pacientes presentan ante la vida, sin sancionarlas moralmente, pues privilegiamos los beneficios que la investigación nos ofrece. A ojos que desconocen la riqueza anímica inmiscuida en el evento contado por Rafael, por parte de cada uno de los operadores podrá inclinar su simpatía según su juicio.

"¡Qué mala onda del primer operador!", podrán algunos exclamar, más aún si se ha vivido dicha experiencia; "hizo bien, pues gastaría el combustible y su día al momento del bloqueo se acaba de echar a perder económicamente", dirán otros más. Respecto al segundo operador, para quienes los llevó se convirtió en héroe, podemos exaltar su acción con loas. Pero desconocemos las consecuencias de ambas disposiciones psíquicas que tienen en la vida de ambos hombres, si los hace felices o infelices, incluso si de ello se ven beneficiados sus seres amados o por el contrario, se ven perjudicados.

Es bien sabido que hay momentos para todo; ¿cómo saber cuándo es pertinente la mesura o un vigoroso empuje, si tal decisión siempre será tamizada por la entidad del engaño, el yo?

¿Quieres saber más? Pide informes a los teléfonos 951 244 7006/951 285 3921 y ¡Hazte escuchar por un psicoanalista del INEIP A.C.!

[email protected]

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