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Lo merezco, lo tomo

Foto(s): Cortesía
Redacción

Cuando en la vida adulta las personas repiten ciertos patrones de comportamiento, por lo general concluyen que dichas conductas las aprendieron de pequeños; tal argumento se escucha lógico, pero pueden observar varias inconsistencias, una de ellas es la selectividad. ¿Por qué no todo lo vivido y observado de pequeños es aprendido? ¿De qué depende esta selección?


Recuerdos que engañan


La teoría que más se acerca a explicar tal fenómeno, nos la proporciona la que se extrae en la escucha de pacientes que fracasan en el amor y el ámbito profesional; el método para realizar dicha investigación nos fue heredado por Sigmund Freud.


Una vez cruzando las primeras barreras que aparecen al inicio del tratamiento y habiéndose concretado las condiciones para que el paciente nos tenga la suficiente confianza de confesar todo cuanto le pasa en la cabeza mientras habla con el analista, aparecen hilos de pensamiento que por regla general remiten al paciente a recuerdos sepultados en la memoria y que evocan momentos de su infancia; este es tan solo otro paso del tratamiento. Pues estos recuerdos en muchas ocasiones cumplen el compromiso de ocultar vivencias que son vergonzosas o guardan una pena para el paciente, es decir, son como un espejismo; aplicamos la metáfora de no todo lo que brilla es oro.


Investigar antes de concluir


No nos contentamos con haber hallado el origen de la vivencia que explica la repetición de la conducta en la vida adulta, proseguimos con la indagación, pues el recuerdo obedece a la lucha de fuerzas que se produce entre los afectos que se despertaron en el paciente, tanto en el momento de lo vivido como en el instante que lo evoca. Eventualmente, dichos recuerdos están anudados a una persona que en esos momentos fue de suma importancia afectiva para el paciente: la madre, el padre, la hermana o el compañerito de escuela, etcétera.


Habrá de aclarar, es de suponer que en la tierna infancia las personas predilectas para el pequeño son la madre y el padre a quienes se les adjudica el origen de las conductas y disposición al mundo de parte del paciente, cuya premisa también es difícil de contradecir; aceptarla como conclusión permite perdamos visión de la dinámica que se juega en la vida interna del individuo. Es en la tierna infancia donde el ser humano privilegia estados afectivos que le deparan grandes montos de placer-displacer a los cuales quedan fijados y a cuyas vivencias procurará retornar.


Continuará el próximo miércoles…


Invitación


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