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Por la disputa de terrenos, un labriego mata a 7 campesinos

Tumbas de campesinos asesinados
Foto(s): Cortesía
Alejandra López Martínez

Agencias

Paulino Fernández Vázquez, un hombre introvertido y tranquilo, un día despertó y se convirtió en multiasesino.  

Labrador de 64 años y casado, Paulino era vecino de aldea de Sorribas, perteneciente al municipio de Chantada, Lugo en Galicia, España.

El 8 de marzo de 1989 salió de su casa armado con un hacha y un cuchillo, con los que atacó a los vecinos que encontró a su paso.

Primero asaltó a un vecino, que resultó herido. Después se dirigió al municipio de Taboada matando a siete personas e hiriendo a otras tantas.

Horas después volvió a su casa y le prendió fuego. Su esposa, inválida, pudo ser rescatada. La Guardia Civil encontró el cuerpo carbonizado del homicida en su habitación.

Paulino confesó a algunos allegados que tenía miedo de que le quitaran sus tierras y que sufría fuertes dolores de cabeza.

El crimen de Chantada

Paulino Fernández Vázquez nació en Sorribas en 1925. Fue un labrador gallego, que se hizo famoso al cometer el mayor asesinato en serie de la historia de Galicia.

Los conocidos de Paulino Fernández hablan de él como un vecino introvertido, tranquilo y serio, que se llevaba bien con todo el mundo a pesar de ser una persona reservada.

Al parecer, llevaba tiempo preocupado por la propiedad de unas tierras que les comprara a unos parientes de Brasil​, y que no estaban a su nombre en el catastro, conforme declaró su abogado y luego alcalde de Chantada, Serxio Vázquez Yebra, que habló en la mañana del crimen con él.​

Según su relato, el día de los acontecimientos, Paulino estaba más nervioso y depresivo del normal y llevaba un tiempo obsesionado con que sus vecinos querían hacerse con las tierras recién adquiridas.

Esa misma mañana habló también con su notario y después hizo algunos recados por Chantada con su hermano, Marcelino Fernández, con el que comió en la casa de éste.

Paulino estaba casado, y no tenía hijos; su mujer tenía problemas de movilidad y ceguera como consecuencia de un accidente.​

Desde 1971, Paulino sufría de un síndrome depresivo que le afectaba físicamente y cuyo tratamiento abandonó en 1988 al no volver a la consulta de su psiquiatra.4

Comienza la masacre

El 8 de marzo de 1989 sobre las tres y media de la tarde, de regreso en Sorribas, Paulino Fernández salió de su casa y atacó con un cuchillo de la matanza a su vecino José Gamallo. Este escapó junto a su mujer, que llamó a la Guardia Civil. 

Paulino volvió a su casa, sacó a pastar a las vacas y fue con ellas hacia Quinzán de la Venirla. De camino encontró cuatro vecinos de una misma familia trabajando en una finca, y los atacó.

Tres de ellos murieron en el momento, y la cuarta intentó escapar por una pista hacia Adá, pero Paulino la alcanzó y la asesinó también. En ese momento, se encontró otro vecino, lo atacó y lo dejó herido grave.

Tras el asalto, decidió volver hacia Surribas por Quinzán del Carballo, y por el camino atacó a siete vecinos más, dos de los cuales murieron en el momento y una más falleció veinte días después por las heridas sufridas. En su camino también se encontró con otras personas a las que no atacó.

Cuando llegó la Guardia Civil, Paulino ya había vuelto a su casa, de donde su hermano había sacado a su mujer tras conocer los sucesos. 

Le prendió fuego a la vivienda con él dentro y se acostó en la cama. Falleció como consecuencia de este incendio.

Incluyendo al propio Paulino Fernández, hubo ocho muertos. Las víctimas fueron: Avelina Moure Soengas, de 67 años; Emilio Ramos Blanco, de 66; José Lago García, de 59; Celsa Sanmartín Ledo, de 63; Aurora Sanmartín Ledo; Maximino Saa Sánchez, de 72;  y Amadora Vázquez Pereira, de 43.

El entierro

El día 10 de marzo, cinco de las víctimas, incluido Paulino Fernández, fueron enterradas en la iglesia parroquial de Adá. 

El entierro del asesino se realizó una hora antes de la ceremonia conjunta de sus víctimas. La sexta víctima fue enterrada en Mato (Taboada).

La viuda del Paulino

No menos desolada que los familiares de las víctimas, quedó la viuda del múltiple homicida, Sofía Ríos.

La pobre mujer, tullida, casi ciega y sorda sólo puede decir, en medio del llanto: «Soy inocente. Que nadie vea en mi culpabilidad alguna".

Sofía recuerda como hace ya más de treinta años conoció a Paulino en la fiesta de la Asunción, que se celebraba en Gordón, parroquia de San Vicente.

Recuerda, también, la desconsolada viuda que el día del crimen Paulino regresó a las dos de la tarde de Chantada con su hermano Marcelino.

Dejaron sobre la mesa de la cocina carne de ternera y varias costilletas ya cortadas. Sofía, tras dejar parte de la carne en la nevera, le preparó las chuletas con unas patatas.

Durante la comida no advirtió nada extraño en él. Después de comer, y en contra de lo que se creía, Sofía se quedó en casa con su cuñado, mientras Paulino salió. La primera noticia de la matanza la tuvo por aquel. Es cuando Sofía se va con su cuñado a Chantada en un coche para avisar a la Guardia Civil. Al regresar a Quinzán, sólo le dio tiempo de ver su casa ardiendo por los cuatro costados.

Recuerda, asimismo, Sofía que de pequeño Paulino tuvo un arrebato de locura, que no volvió a repetirse. Dice que era muy trabajador, que muchas veces se pasaba la noche trabajando la tierra. No tenía enemigos. Tampoco era bebedor ni se le conocía vicio alguno. Sí tenía una manía y Sofía recuerda que sobre la mesita de noche tenía muchas imágenes de santos.

 

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