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La macabra leyenda de la Tepesa

Foto(s): Cortesía
Aleyda Ríos

Agencias

11 de septiembre 2021// Se cuenta en el medio rural de Panamá la leyenda de una chica joven, de hermoso cuerpo, con cara angelical, pero con una mala cabeza....

Se dice que para esos días la joven mujer tenía un niño de solo unos cuantos meses de nacido. No obstante, el niño era el menor de sus problemas, ya que debido a su juventud deseaba fervientemente lo que toda joven desea... Ir a fiestas, conocer gente, "andar como caballo sin rienda por la vida", sin responsabilidades. Pero ésa no era su realidad.

Una noche, el pueblo celebraba un gran baile y ella estaba deseosa por ir pero debía cuidar a su pequeño vástago. "Si lo dejo solo por un rato, no creo que le suceda nada", se dijo a sí misma.

Así convencida de que las cosas saldrían muy bien se atavió con sus mejores galas y caminó cerro abajo con dirección al pueblo, dejando al infante en su humilde cuna, acompañado únicamente por una vela encendida.

Sin embargo, como si el destino se ensañara con el bebé por la irresponsabilidad de su madre, la pequeña llama rápidamente se convirtió en un voraz incendio.

El incendio fue descubierto a la distancia por la alarmada gente del pueblo al ver el humo tras el cerro exactamente donde vivía la mujer.

Al percatarse de la tragedia, la desobligada madre corrió de regreso "como alma que lleva el Diablo" para saber de su menor hijo, pero al llegar a los restos humeantes de su casa ya era demasiado tarde...

La mujer arrepentida en ese momento lloró y lloró ante el cadáver carbonizado de su bebé hasta que una idea descabellada se apoderó de su mente.

"Iré a ver al cura y él me perdonará", exclamó la joven, quien a paso veloz se apersonó en la iglesia del pueblo, donde el cura ya se había enterado de la tragedia.

Como un cruel verdugo, el sacerdote le dijo a la mujer antes de poner un pie en el templo de Dios: "Te pesa y te pesará. Y en Tepesa te convertirás", con lo que lanzó una terrible maldición sobre la desobligada madre.

Su cuerpo antes hermoso y su rostro angelical se deformaron de la manera más grotesca y repulsiva que el hombre pudiese imaginar.

Se convirtió en un monstruo salido de las más horrendas y enfermizas pesadillas.

Se dice de boca en boca en Panamá que este espectro deambula por la noche llorando de pena buscando el cadáver de su hijo.

Otra versión de la leyenda

Cuentan la historia de una joven indígena de singular belleza, la cual fue seducida por las falsas promesas de matrimonio, de un español buen mozo y tenorio consumado. De estas relaciones ilícitas nació un niño.

Como la gente, que todo lo sabe y todo lo ve, comenzó a dudar de la mujer, quien para no deshonrar a su familia indígena por haber concebido al hijo con un español, concibió la horrible idea de enterrar vivo a su hijo.

—No, de ese modo no —le dijo una vieja bruja—, yo te diré cómo has de deshacerte del pequeño.

Guiada por la bruja, la joven colocó al bebé en una batea y lo arrojó a la corriente de un riachuelo que corría por entre espantosos despeñaderos.

En la soledad vinieron los remordimientos a atormentar a la muchacha y desesperada se juró a sí misma buscar a su hijo hasta encontrarlo.

En el momento, la joven fue sorprendida por un vecino anciano, y éste enojado la maldijo diciendo:

— Te pesa y te pesará haber abandonado a tu hijo.

La mujer regresó al sitio donde había arrojado al niño y allí, en el río le pareció oír el llanto del pequeño.

Loca de angustia y de dolor lo buscó aquí, allá y más allá, pero nada. El eco había volado para repetirse aún más lejos.

Así comenzó su peregrinación infructuosa, llena el alma de desesperación y cuajado de lágrimas el rostro. En su interminable deambular por las selvas, cambió sus vestiduras por un manto tejido con sus propios cabellos.

Por su llanto inagotable, sus ojos se volvieron rojos y sus lágrimas cristalizadas por la pena, engarzadas en los párpados alargaron sus pestañas hasta los pies. 

Sus senos crecieron y crecieron por que no podía amamantar y estaban llenos de leche materna. Crecieron tanto que les pesaban y desde entonces se los tira para atrás de su espalda por arriba de sus hombros.

Desde entonces su conciencia le repite sin cesar: "Te pesa, te pesa", para echarle en cara lo horrible de su falta. Y ha sido tal su obsesión, que ha huido de los hombres, porque siente que cada uno le dirá el "te pesa" martirizador.

Ha buscado refugio en las selvas, pero inútilmente. El viento que silba, la fuente que corre, el pájaro que canta en la rama, las hojas que se agitan, la naturaleza toda le dice en sus mil bocas el "Te pesa", lacerante y humillador, pues jamás, ni siquiera un instante vuelve a convertirse en lo que fue: Una hermosa y joven mujer.

 

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