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Caso Macabrona: “El Pelón” Sobera; el asesino que reía a carcajadas

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Foto(s): Cortesía
Redacción

Higinio Sobera de la Flor solía raparse la cabeza. El Pelón, como se le llegó a conocer, aparecería en los titulares y las portadas de miles de diarios mexicanos en los años cincuenta.

 

A Sobera no le faltaba mucho: nació en una familia de clase alta, en la Ciudad de México, en el año de 1928. José Bernardino Sobera García, su padre, nació en Lanestosa, España, en 1884 y emigró joven en México: amasó una gran fortuna con negocios de minas de cobre, ganaderías, y fábricas de licores.

 

Se estableció en Villahermosa, en el estado de Tabasco, donde conoció a la madre de Higinio. Zoila de la Flor Casanova era hermana de Noé de la Flor Casanova, quien de de 1943 a 1946 fue gobernador de la entidad federativa.

Del matrimonio nacieron José, Higinio, y Luis. José, el mayor, estuvo recluido en un hospital psiquiátrico de Barcelona por padecer enfermedades mentales.

 

Pero la historia de Higinio es todavía más trágica. Nació en México y creció en Villahermosa hasta que cumplió ocho años. En la capital del país estudió, por un corto periodo, en el Colegio Franco-Español, en Xochimilco.

 

De la escuela fue expulsado por su mal y extraño comportamiento. Las personas se quejaban de él porque se reía solo, hablaba de una forma casi incomprensible, y se involucraba en pleitos con extraños. Después, fue internado en el hospital mental La Floresta, de donde escapó solamente tras unos días de haber llegado.

 

Al Pelón no le importaba estudiar ni trabajar: sabía que sus papás tenían dinero y que algún día le iban a dejar todo. Cuando de joven vivió en la calle República de Uruguay, en el Centro Histórico, dedicó su vida a malgastar el dinero, a salir con amigos, a fiestas, y a los excesos.

 

El 11 de mayo de 1952, cuando Higinio tenía 24 años de edad, se topó con Armando Lepe Ruíz, militar, agente del Servicio Secreto, y tío de la ex reina de belleza y actriz Ana Bertha Lepe. Ambos circulaban, en sus respectivos automóviles, en calles de la colonia Roma.

 

Peleándose y rebasándose con rudeza, en la esquina de Avenida de los Insurgentes y Yucatán, Higinio asesinó a Lepe Ruíz. Le disparó cinco veces con un arma de fuego. La víctima murió dentro de su auto Buick 51. Junto a él estaba su esposa, María Guadalupe Manzano López, de 26 años de edad.

 

 

El Pelón, presuntamente en un ataque de ira, mató al militar.

 

Escapó a toda velocidad en su vehículo. “Un agente de tránsito, el número 273, Filemón Elizalde González, lejos de cumplir con su deber deteniendo al asesino, procuró ponerse a salvo sin ni siquiera preocuparse por anotar el número de las placas de circulación del auto en que escapó el villano asesino”, reportó el diario El Universal al día siguiente.

 

Con la ayuda de testigos se pudo rastrear al hombre blanco y calvo que manejaba con las placas de circulación 76-115.

 

Periódicos de ese entonces afirmaron que Higinio Sobera de la Flor preparaba una coartada para el momento en el que fuera capturado. Datos obtenidos por El Universal revelaron que consistía en “declararse enfermo mental y, por lo tanto, inconsciente de sus actos”.

 

Un par de días después, el 13 de mayo, Zoila suplicaba, con lágrimas en los ojos, que recapacitara y se presentara pronto ante la policía capitalina. “Es tan bueno mi hijo Higinio, que seguramente al volver en sí y darse cuenta de que mató a un hombre, tratará de suicidarse y llorando llegará a la policía a entregarse...”, dijo al medio.

 

“Varios psiquiatras lo habían visto y todos ellos dijeron que no se trataba de un loco, sino simplemente de un hombre que tenía su sistema nervioso destrozado y necesitaba reposo”, reveló la madre.

 

Ese mismo día fue capturado en el cuarto número 108 del Hotel Montejo, en la colonia Anzures. De acuerdo con Reporte Índigo, los agentes de seguridad que irrumpieron en su habitación lo arrestaron con una vestimenta sucia, los zapatos cubiertos de lodo, y lleno de sangre.

 

Fue llevado a la Jefatura de la Policía, donde confesó que asesinó a Lepe Ruíz “porque supuso que éste lo quería matar y para demostrarle que no soy ningún payaso”.

 

Desde ahí, los medios y las autoridades comenzaron a sospechar de las enfermedades mentales del Pelón. Se hablaba de principios de esquizofrenia, arranques de ira, y ataques de nervios.

 

Como antecedente, un empleado de otro hotel, el Isabel, relató a El Universal sobre la rarezas y violencias de Higinio:

 

“Un día llegó sumamente irritado. Tuvo una dificultad con el encargado, señor Javier Urdanivia y trató de ahorcarlo. Afortunadamente nosotros intervenimos a tiempo y no fué (sic.) posible que consiguiera su propósito. Tenemos la seguridad de que está loco, porque sus actos son los de un demente (...)

 

“Imagínense ustedes que un día amarró a la lámpara de pie, en su cuarto, una reata, cambió al centro de la habitación el ropero, la cama la hizo a un lado y luego comenzó a jalar de la cuerda al mismo tiempo que decía: ‘así me gusta que mueras en mis manos, pérfida mujer...’, y luego reía a carcajadas. Esto lo escucharon muchas personas que, alarmadas, dieron la queja”, dijo.

 

Higinio visitaba al doctor Rafael Bustamante León, de la Calle de Bolívar 60, con frecuencia. Tenía la costumbre de inyectarse presuntas sustancias químicas que le ayudaban a calmar sus nervios.

 

“Venía con relativa frecuencia a diversas horas a que lo inyectara para los nervios, pero él traía sus sustancias, en realidad se trataba de medicamentos para curar la gripe y otras afecciones... no le hacían daño alguno y por eso lo complacía, inyectándolo. Yo creo que más responsable que él lo es su familia que le daba automóvil, pistola, y lo dejaba caminar libre en la calle, cuando en realidad tenía que estar encerrado en un manicomio... su obsesión es que las mujeres lo quieran mucho”, dijo el doctor al medio en ese entonces.

 

En una entrevista con El Universal, Higinio narró su versión de lo que pasó el 11 de mayo.

 

“Con todo gusto. Iba sobre la Avenida de los Insurgentes y al llegar a Álvaro Obregón se me murió la marcha del carro. Tuve que detenerme. Esto disgustó a un señor que iba en otro automóvil. Con su defensa le pegó a mi defensa, quedito, pero me disgustó y entonces nos injuriamos. Avancé lento, no lo dejé pasar. Cuando nos tocó un “alto”, me volvió a injuriar y yo le contesté con mi pistola apuntándole. La señora que iba junto a él gritó “¡Payaso!”... Le disparé y lo maté… Eso es todo”, afirmó.

 

Después, relató, se echó a correr y solamente se detuvo a beber una Coca-Cola y un Sidral porque tenía mucha sed. “De ahí me fui a Chapultepec a pasear como diariamente lo hago y luego a mi casa”, dijo.

 

 

Armando Lepe Ruíz no fue su única víctima

 

Le gustó pero ella no le hizo caso: Hortensia López Gómez estaba esperando un taxi en la colonia Juárez. Algunos reportes señalaban que para visitar a su prometido al hospital, quien había sufrido de un accidente automovilístico. Otros, que regresaba de tomar un café con una amiga y que estaba cansada y quería regresar a su hogar.

 

Higinio la invitó a salir pero ella dijo que no. Después de ser ignorado, El Pelón abordó el mismo taxi. Ahí intentó violarla pero ella se defendió hasta que El Pelón le disparó en la cara. Esteban Hernández, chofer del vehículo, contó que Higinio lo amenazó si no conducía a cierta velocidad.

 

“La maté porque me gustó mucho desde que la vi, le hablé con buenas palabras, no me hizo caso y su desprecio me enfureció”, dijo el asesino.

 

En la entrada del Bosque de Chapultepec, Higinio ordenó a Hernández bajar del automóvil. Después, se llevó a Hortensia a la Posada Palo Alto, sobre la carretera hacia Toluca, donde practicó necrofilia con su cadáver. Cuando terminó, se deshizo del cuerpo arrojándolo en una zanja de la carretera México–Cuajimalpa.

 

El Pelón fue capturado poco tiempo después. Tras su arresto, se le acusó de haber asesinado a un joven de 18 años llamado Arnoldo Galván Santoyo: fue acribillado en los Viveros de Coyoacán.

 

“¿Tú anduviste en días pasados por Coyoacán y ahí disparaste tu pistola?”, le preguntó el Jefe de Grupo Alfonso García Limón. “Cuatro veces la disparé, pero no maté a nadie…”, contestó. “Bueno, sí lo maté... se rio de mí y le disparé cuatro veces,.. pero yo no sé qué pasó después”, confesó.

 

Alfonso León de Garay, psiquiatra que lo atendió durante algunos meses, concluyó que El Pelón era un “psicópata sexual que padece neurosis aguda y esquizofrenia larvada”.

 

Alfonso Quiroz Cuarón, uno de los criminólogos más reconocidos en la historia del país, declaró que debido a su esquizofrenia, Higinio no podía ser enjuiciado como cualquier otro criminal: su caso marcó un parteaguas en el trato judicial a las personas con enfermedades mentales en México.

 

Cumplió una pena en el Palacio de Lecumberri y después fue internado en el Hospital Psiquiátrico Samuel Ramírez Moreno, localizado en Valle de Chalco. Reportes señalan que fue dejado en libertad, o dado de alta, en 1985, y que se le podía ver deambulando en Xochimilco hasta que presuntamente murió en 1992.

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